Teníamos muchas ganas de Uzbekistán. Desde muy pequeños con tan sólo oír nombrar el nombre de Samarkanda se nos iluminaban los ojos y dejábamos volar la imaginación sobre cómo sería ese lugar tan mítico y exótico. Pero después de visitar Irán y algunos lugares de la mítica Ruta de la Seda, tuvimos claro que Uzbekistán no podía esperar más. Samarkanda ya no es la ciudad de las mil y una noches, a pesar de que su gran plaza del Registan es mágica. Pero este no es el único lugar que nos ha gustado, hay muchos rincones más que nos han sorprendido gratamente y alguno de otro del que teníamos total desconocimiento antes de llegar. Próximamente publicaremos varios artículos donde te iremos explicando nuestra experiencia en este país del Asia Central pero, de momento, aquí hacemos un breve resumen en forma de 5 postales de viaje.
Khiva
Pequeña pero cuca. Esta ciudad amurallada de tan sólo 55000 habitantes llegó a ser capital y centro de un khanat (estado de Asia central). Llena de mezquitas, madrasas y palacios, es uno de los lugares que mejor reproducen el ambiente de la Ruta de la Seda. Hay que decir que la mano del hombre tiene mucho que ver: se ha reconstruido todo lo que estaba caído de forma artesana y con buen gusto. Subir a la torre principal de la fortaleza de Kuhna Ark y ver las vistas de la ciudad antigua es una de las actividades que más nos gustó. Entre el marrón arena predominante, las fachadas de los edificios más importantes se ven brillar con tonalidades azules, verdes y turquesas. ¡El conjunto de la ciudad visto desde aquí es único!
Bukhara
Para nosotros es la ciudad con más encanto de todas las que vimos en Uzbekistán. A pesar de que tiene muchos más habitantes que Khiva (260.000), su casco antiguo se encuentra tan bien conservado que parece que no haya cambiado nunca desde que la ciudad fue capital de un khanat (junto con Samarkanda, son los centros principales de la cultura y la historia persa tadjik). Si no fuera por los turistas que se pasean por sus calles, está claro. Su patrimonio cultural es tan grande que la convierte en una de las ciudades más interesantes del país: madrasas, mezquitas, bazares, mausoleos, recintos fortificados... Es indudablemente una de las ciudades que se visitan en todo viaje en Uzbekistán (junto con Khiva y Samarkanda, el triángulo más famoso) y creemos que tiene algo que engancha para hacerte quedar unos días más. Posiblemente su tranquilidad, sus calles peatonales, el bazar, la gente amable, el ambiente relajado con que los uzbekas salen a pasear un domingo por la plaza principal,... No sabemos muy bien qué tiene, pero a buen seguro que nos hubiéramos quedado no unos días más, sino unas semanas disfrutando de todo esto.
¡¡¡Recomendable al 100 %!!!
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Samarcanda
Sólo oír pronunciar esta palabra ya nos ponía los pelos de punta antes de ir. Y la misma sensación tuvimos cuando estuvimos delante de la plaza del Registan de Samarcanda, formada por tres madrasas. Debe de ser que habíamos oído hablar tantas veces de ella que ya nos emocionábamos sólo de pensar que la veríamos con nuestros propios ojos. ¡Fue un momentazo!
El temible Timur hizo que esta ciudad aconteciera la capital de su imperio y de paso el centro neurálgico más importante de la Ruta de la Seda. Esto se nota en la monumentalidad de sus edificios. No es casualidad que los mausoleos más importantes del país estén aquí.
Mar de Aral
Un lugar que nos ha dejado un mal regusto de boca, a pesar de la gran atracción que tenemos a Uzbekistán. Se trata de una de las mayores catástrofes ecológicas que han habido en el mundo. Aral, el que fue en su día uno de los mares interiores más grandes del mundo se ha convertido en un mar de arena. Donde antes habitaba una rica fauna marina, hoy pacen dromedarios. Nadie diría que sólo hace treinta años, la ciudad de Moynaq era un importante puerto marítimo. Si no fuera porque la arena está llena de conchas y por los restos oxidados de unos cuántos barcos como los de la foto, no nos lo creeríamos. Por muy lejos que miráramos, no había ni rastro de agua en el horizonte. El mar ha retrocedido 200 km más allá. Una barbaridad de la gran inteligencia humana. Hoy el Mar de Aral sólo es un espejismo de lo que llegó a ser.
La Khatna-Kilish de Salohin y Sauhabad
Sin duda este fue uno de los grandes momentos del viaje. Paseábamos por las calles de Bukhara buscando una mezquita, cuando el sonido de unas trompetas nos desvió del camino. La curiosidad nos llevó hasta la pequeña plaza donde una banda de música estaba tocando. Sin saber muy bien cómo, acabamos en el banquete de circuncisión ("Kahtna-Kilish") de Salohin y Sauhabad. Una gran celebración que disfrutamos como unos invitados más y que nos permitió conocer algo más sobre la cultura y tradición uzbeka. Una gran experiencia, de aquellas para recordar.
Como todo viaje y toda postal, siempre nos despedimos con un "volveremos algún día". En este caso tenemos claro que cuando volvamos disfrutaremos más que de sus monumentos, de la gente y del buen ambiente que se respira. Este viaje ha sido muy especial para nosotros, es el último viaje como pareja. Pronto empezaremos una nueva etapa en nuestras vidas que miramos con ilusión. ¡¡¡En el siguiente viaje ya viajaremos en familia!!!
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