Nos despertamos. Debe de ser temprano, todavía no entra mucha luz en la habitación. El sonido inconfundible de las gotas de agua cuando tocan el suelo nos ponen en alerta y nos hacen saltar de la cama. No puede ser: LLUEVE. Abrimos la cortina y efectivamente: LLUEVE. ¿Pero es posible que tengamos tan mala suerte? ¡Pero si en las ciudades del desierto no llueve casi nunca! ¿Y ahora qué? ¿Dónde iremos? ¿Qué haremos? ¿Un día perdido?
De vez en cuando en las ciudades del desierto también llueve. Pero no es ningún problema porque más tarde, cuando vuelve a salir el sol, los charcos de agua permiten hacer fotos como estas. Una nueva perspectiva se abre ante la cámara, captando detalles en los que posiblemente no te habrías fijado si no fuera por los reflejos.
Hoy hemos vivido una tarde singular: hemos tenido la oportunidad de ver la ciudad con una mirada diferente gracias al agua. Somos afortunados. Casi nunca llueve en Bukhara y nosotros hemos tenido la suerte de coincidir un de estos pocos días.
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