A quien le guste el vino, le gustará este país. Moldavia, con un tamaño similar al de Cataluña pero con la mitad de su población, es el 7o productor mundial de vino. Moldavia es todavía un destino para explorar, con muy pocos turistas, pero eso es debido a que todavía es para muchos desconocida la fama internacional del país en el sector vinícola y su potencial turístico en este sentido. Nosotros la descubrimos hace poco y nos llevamos una sorpresa muy agradable.
Moldavia ha sido vinculada al vino desde la época de los dacios, hace aproximadamente unos 5000 años, así que podemos suponer que si algo saben hacer bien los moldavos es el vino. Pero el desarrollo del sector vinícola no ha sido un camino de rosas... Hubo dos épocas en que el vino estuvo prohibido en el país: la primera durante los tres siglos en que los otomanos dominaron Moldavia (como eran musulmanes no bebían vino), y la segunda durante un año a finales de los ochenta, cuando Mikhaïl Gorbachov también lo prohibió (a pesar de que no hizo lo mismo con el vodka).
Más recientemente los sucesivos embargos que Vladimir Putin ha ido decretando como castigo político al país también han sido un importante golpe, pero los oldavos lo han sabido transformar en oportunidad. Hasta hace unos años Rusia era el principal país consumidor del vino moldavo, centrando la producción al gusto ruso donde los vinos con mayor graduación tenían más salida. Los embargos han provocado que las bodegas hayan empezado a ampliar su mercado a otros países y adaptado sus productos al paladar occidental. En este sentido, año tras año la calidad de los vinos moldavos mejora y a un precio muy competente.
Bodegas Cricova
Cricova es considerada la mejor bodega del país. Visitarla es realizar un viaje a una gran ciudad subterránea: 120 km de galerías con una profundidad de hasta 100 m recorren las entrañas de la tierra (actualmente pero "solo" utilizan unos 70 km). Además de calles y calles de botas y botellas, también hay salas de cata, salas de colecciones privadas e incluso un cine. La leyenda dice que el cosmonauta ruso Iuri Gagarin se perdió en las bodegas y tardaron tres días en encontrarlo (y no en las mejores condiciones).
Además de la producción propia, Cricova tiene una colección de 1,3 millones de botellas de todo el mundo, algunas únicas. Diferentes personalidades tienen también aquí su bodega privada: Putin, Merkel y John Kerry son algunos de ellos. El presidente ruso vino a celebrar aquí su 50 aniversario (tiene narices que por otro lado no permitiera la exportación de vino en su país) y, según nos han explicado, el vino favorito de Isabel II también es un Cricova.
La visita se realiza en un trenecito que la propia bodega pone a disposición de los visitantes con guía incluido que explica en aproximadamente 1h y media las maravillas de la bodega y de sus vinos. En este tour enológico se hacen varias paradas, como la Cabernet Street o la Pinot Street, y se explica la historia, producción y bonanzas de los vinos que elaboran. Posteriormente se invita al visitante a realizar la cata de algunos de sus vinos más representativos.
Botellas de vino de más de 30 años en las bodegas Cricova |
Grandes botas de vino en los pasillos de las bodegas Cricova |
Ivet paseando entre las miles de botellas de las bodegas Cricova |
Algunas de las colecciones de vino más importantes en Cricova |
Personalidades que han visitado en alguna ocasión las bodegas Cricova |
Bodegas Milestii Mici
Pero si las cifras de la reconocida bodega de Cricova resultan exorbitantes, las de la bodega de Milestii Mici son todavía más impresionantes. Esta bodega figura en el libro Guinness de los Récords con sus 200 kilómetros de avenidas subterráneas y su colección de casi dos millones de botellas. ¡Es la más grande del mundo! Solo hace falta decir que decir que en la entrada de las bodegas hay dos fuentes con motivos vinícolas (botellas y copas de vino) que invitan a la visita: una de la cual brota un líquido rosado y del otro brota un líquido amarillo. Visitarla es adentrarse en una gran ciudad del vino y para muchos amantes del vino es, seguramente, el máximo paraíso que puede haber en la tierra. Estar rodeado de miles de botellas y poder ver con tus propios ojos una colección de esta categoría es una experiencia muy recomendable.
A diferencia de Cricova, quien quiera visitar Milestii Mici precisará de coche propio para recorrer sus galerías subterráneas. Irá acompañado de un guía que lo irá dirigiendo y dando las explicaciones sobre la bodega. Al final de la visita también se ofrece una cata de vinos acompañados en este caso de música en vivo.
Curiosa fuente en el exterior de las bodegas Milestii Mici que invita a beber vino |
Certificado del récord Guinness obtenido por las bodegas Milestii Mici |
Botas de vino en uno de los muchos pasillos de las bodegas Milestii Mici |
Otras bodegas
Tanto las bodegas de Cricova como las de Milestii Mici pertenecen al estado, pero también hay bodegas privadas que tienen vinos muy buenos, hechos de manera más artesanal, como la de Purcari, una de las más antiguas (existe desde el 1827) que se encuentra en el sur de Chisinau, al lado de un lago artificial y que cuenta con un hotel donde alojarse. De hecho, su producción no es nada despreciable: un millón de botellas al año, así que a pesar de que no tuvimos oportunidad de probar sus vinos, suponemos que se deben ser buenísimos.
Además de las bodegas que hemos nombrado y que son las de más producción del país, existen infinidad de pequeñas bodegas que pueden ser de gran interés para el viajero a quien le guste el buen vino. Lo mejor de todo es que se puede hacer cata en muchas ellas y comprar el vino al mismo productor. De hecho, en Moldavia es muy común que la gente que vive en las zonas rurales tengan viña y elaboren en su casa su propio vino para consumo propio, por eso, si conoces gente local que haga vino o si te invitan a una cata de vino casero, no dejes pasar la oportunidad. Seguro que puedes encontrar una buena sorpresa y también tener la oportunidad de llevarte un buen souvenir vinícola a casa.
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