El agua y el viento, aliados con el paso del tiempo, ha forjado los paisajes de la isla de Formosa. El verde de su exuberante vegetación, el gris de unas rocas de origen volcánico que caen en picado sobre el mar y el inmenso azul del océano Pacífico conforman la variedad cromática de Taiwán, un país que nos ha sorprendido gratamente por la intensidad de sus paisajes.
Tan solo aterrizar, en el trayecto de tren que nos lleva del aeropuerto a Taipei, la naturaleza ya hace acto de presencia en lo que iba a ser sólo un preámbulo de lo que nos esperaba: una densa jungla en la que parece que no pueda caber ni un solo árbol más nos da la bienvenida. Ya en la capital, la sensación se magnifica: desde la altura del mirador del rascacielos Taipei 101 vemos bajo nuestro los edificios de una gran ciudad de casi 3 millones de habitantes, pero lo que más nos sorprende es ver como el verde de la jungla está justo al lado de sus edificios más altos. Da la sensación de que la naturaleza esté esperando su momento para volver a hacer suyo lo que el hombre le ha usurpado a base de asfalto y hormigón.
En un perímetro de 30 km los capitalinos tienen la fortuna de disponer de una diversidad paisajística que haría las delicias de cualquier amante de la naturaleza. Los bosques de Wulai, las cascadas de Sandiaoling, las aguas termales de Beitou ... Pero por su contraste con todo lo demás, nos quedamos con los parajes del parque geológico de Yehliu.
Yehliu bien podría ser el escenario natural de una película de ciencia ficción. Y es que si uno le pone un poco de imaginación, en este lugar parece que uno pasee por lugares de otro planeta. La erosión ha moldeado de forma azarosa las rocas junto al mar. Hay quien sabe ver en ellas las formas de la cabeza de una reina, de un conejo, de candelabros o incluso de un trozo de tofu. Tenemos que admitir que a nosotros algunas de éstas se nos escapaban ... Puede sonar a excusa, pero es que las variedades cromáticas imposibles de sus marrones nos distraían a la hora de intentar distinguirlas.
Fotos del parque geológico de Yehliu |
En la costa este de Taiwán parece que no haya espacio para los puntos intermedios, y es que paralela a la línea de mar discurre una gran cordillera que se eleva hasta los 3.400 m en solo 60 km tierra adentro. Las planicias no tienen cabida en este país.
Es en este contexto en el que se sitúa el Parque Nacional de Taroko, otro de los lugares paisajísticos más imponentes de Taiwán. Su principal atractivo son sus gargantas, creadas por el ascenso continuo de las montañas y el poder erosivo del río Liwu. Varias rutas de senderismo atraviesan las entrañas de este parque nacional, pero para los más perezosos existe también la posibilidad de llegar a algunos de sus puntos más importantes recorriendo una espectacular carretera panorámica. Además de su atractivo natural, Taroko está salpicado también de varios templos y asentamientos de los antiguos aborígenes taiwaneses que otorgan un valor extra al lugar.
Diferentes lugares del Parque Nacional de Taroko |
Finalmente, no podíamos terminar este artículo sin hacer mención del paisaje salvaje de Isla Verde. Irónicamente, la belleza de esta pequeña isla tocada por el viento contrasta con el horror vivido por los presos políticos que estuvieron encarcelados durante el periodo del White Terror. Quizás no son los paisajes más impresionantes de Taiwán, pero seguramente serán lo que más recordaremos por el hecho de disfrutarlos en casi total soledad.
Parajes de Isla Verde |
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