Ya de vuelta a Barcelona, después de lavar ropa y viendo nuestro periplo desde la distancia, podemos decir que el viaje a India, Sri Lanka y Maldivas ha sido uno de los más completos y con más diversidad que hemos hecho de un mes de duración.
India
Empezamos el viaje en Mumbai, donde teníamos el vuelo de ida y vuelta y donde, en un principio, no pensábamos quedarnos mucho, ya que en agosto es época de monzones. Es curioso, pero después de ocho años de nuestro primer viaje al país, nos pareció encontrar una India más ordenada y limpia que la primera vez. Es verdad también que aquel fue nuestro primer viaje por libre y que todo lo veíamos con ojos de novatos, en todo caso teníamos muchas ganas de volver a viajar por la India.
Después de un par de días a la capital de Bollywood nos decidimos por coger el tren y acercarnos hasta Aurangabad, a unos 350 km de Mumbai. Allí están las cuevas de Ellora y Ajanta, unos impresionantes conjuntos de 34 y 29 cuevas con templos budistas, hinduistas y jainistas excavados en la misma roca entre los siglos II a.C. y XIII d.C. Este fue uno de los momentos cumbre de nuestro viaje y todavía no entendemos cómo son tan poco conocidas para el turismo occidental. Aunque avisamos que hay monos un poco traviesos que se tienen que sortear para hacer la visita (¡cuidado con cabrearlos!) y que la gente local quiere hacerse fotos contigo en todo momento. Parece que debe de ser exótico eso de hacerse fotos con guiris...Nosotros accedimos en un primer momento, pero al final ya teníamos que decir: Photos no, thanks! ¡Como los famosos...! :p
El templo Kailasanatha, uno de los más visitados e impresionantes de Ellora |
Sri Lanka
Nuestro siguiente destino fue Sri Lanka. Lo que más nos ha impactado de este país es su diversidad: en una distancia relativamente pequeña hemos encontrado playas paradisíacas con ambiente caribeño, parques nacionales como el de Yala, que nos ha recordado la sabana africana, montañas con casas y clima propiamente británico, restos arqueológicos que nos ha hecho venir a la memoria otros grandes yacimientos asiáticos. Además del clima, paisajes y monumentos, la diversidad cultural también nos ha atraído: budistas, hinduistas, musulmanes y cristianos conviven muy cerca los unos de los otros. Y uno de los momentos álgidos, sin ningún tipo de duda, ha sido coincidir con uno de los festivales más importantes de Asia: el Esala Perahera.
La costa sur fue el inicio de nuestro viaje, y Galle, Una ciudad con historia y arquitectura colonial muy conservada, no nos decepcionó. El ambiente lúdico que se respira al caer la tarde en el paseo del fuerte que rodea la ciudad antigua bordeando el mar nos sedujo enormemente: Chicos jugando al criquet, grupos de adolescentes tocando la guitarra y cantando, familias que disfrutan de su picnic o de un helado. Incluso nos hizo plantear en un primer momento si continuar nuestra ruta o quedarnos unos días allí...
Chicos musulmanes paseando por la fortaleza de la ciudad colonial de Galle |
Pero continuamos hacia las playas de Mirissa y Polhena, Son playas largas, llenas de palmeras y una infraestructura turística consolidada. Es un lugar donde se puede disfrutar de la tranquilidad, a pesar de que el baño en el mar se convertía en un ejercicio de saltos para esquivar las grandes olas, que eran considerables. Esta zona es también conocida por el avistamiento de la ballena azul, pero después de ver el estado del mar y de recordar nuestra experiencia en Brasil, no nos la planteamos... En Mirissa estuvimos alojados con Roni y Carol, un cingalés y una alemana que nos hicieron sentir como en casa.
Saltando en la playa de Mirissa |
Más tarde, descubrimos que ¡África existe también en Sri Lanka! En el Parque Nacional de Yala el paisaje y los animales son muy similares a los africanos. Yala es el segundo parque nacional más grande del país pero no tuvimos suerte. Allí viven más de 215 especies de aves y de 44 mamíferos, como búfalos, ciervos, osos, elefantes, y... el leopardo, la estrella del parque. A pesar de ser uno de los lugares con una densidad más elevada de de este felino, no llegamos a ver ninguno. Pero no hay mal que por bien no venga: ¡tendremos que volver a Sri Lanka para ver al leopardo! :)
En Yala park, a la búsqueda de animales salvajes |
En pocas horas de autobús pasamos de la costa a la zona montañosa de Sri Lanka: Ella y Nuwara Eliya. Esta última fue todo un descubrimiento: ¡una pequeña Inglaterra en Asia! Un clima nuboso, llovizna constante y campos de té infinitos. Tuvimos que sacar de la mochila la manga larga e incluso calentarnos al lado de una chimenea de la casa señorial inglesa convertida en hotel en la que nos alojamos. Pasear por Nuwara Eliya era como viajar a Inglaterra, en todas partes hay reminiscencias de un colonialismo que aportó cosas buenas y no tan buenas.
Mujeres cogiendo las hojas de té en los campos cerca de Nuwara Eliya |
En las cercanías de Nuwara Eliya fue donde vivimos una de las mejores experiencias de nuestro viaje, de aquellas que recuerdas con ternura. Por casualidad, en medio de una lluvia incesante nos fuimos a refugiar en un pequeño pueblecito donde viven los trabajadores de los campos de té y conocimos a una familia encantadora que nos ofreció cobijo y una taza de té, además de su tiempo y simpatía. Nos explicaron sobre su día a día y duras condiciones de vida. ¿Por qué será que habitualmente los que menos tienen son los que más te ofrecen?
Con la familia que conocimos en los campos de té |
Kandy, la antigua capital del país, va la siguiente parada de nuestro periplo y uno de los principales motivos para elegir Sri Lanka como destino del viaje de este verano. Coincidíamos con el festival anual Esala Perahera y durante dos noches presenciamos unos desfiles de 60 elefantes engalanados y miles de bailarines, músicos y hombres con fuego. ¡Bestial! Sentarse en la calle con la gente local y vivir el ambiente durante las cuatro horas que duraba la celebración estuvo genial.
Elefantes engalanados en el festival Esala Perahera de Kandy |
Desde la parte central del país continuamos la ruta hacia el norte para ver lo que queda de las ciudades antiguas de Sri Lanka. De camino, subimos a la gran roca de Sigiriya, un monolito que nos hizo recordar el Uluru de Australia pero en pequeña escala, y vimos también las pinturas que se encuentran a lo alto en las cuevass de Dambulla.
Delante de la roca de Sigiriya |
Recorrimos en bici la ciudad de Polonaruwa -igual que hicimos hace un par de años por los templos de Bagan de Myanmar-, parando cada vez que nos apetecía en lugares medio perdidos. En Anuradhapura, la ciudad más antigua de todas, descubrimos el templo donde supuestamente estuvo primero el famoso diente de Buda, aquel que saca a pasear un elefante en el Esala Perahera de Kandy. Finalmente quisimos ver el lugar más sagrado de los budistas en Sri Lanka, Mihintale, el lugar donde empezó el budismo en el país y donde se encuentra el árbol sagrado.
Niña delante de una de las pagodas de Polonaruwa |
Maldivas
Desde Colombo -por cierto, una ciudad nada destacable- volamos directos en Male, la capital de las Maldivas -otra ciudad completamente prescindible-. Desde allí cogimos un ferry que nos llevó a nuestro paraíso particular: la isla de Mathiveri. Tenemos que admitir que nos la jugábamos y que íbamos con un poco de nervios en la barriga: es una isla local que ni siquiera salía en la guía y no sabíamos muy bien que nos encontraríamos... pero triunfamos.
Islas del norte de las Maldives desde el cielo |
Mathiveri era la isla que buscábamos, nada más y nada menos. Buscábamos exclusividad y la teníamos -sólo estábamos nosotros y dos parejas más de extranjeros-, era de una medida perfecta -ni muy grande ni muy pequeña- y, sobre todo: tenía unas playas de catálogo de agencia de viajes. Nuestra rutina durante unos cuántos días consistió en desayunar, ir a la playa, hacer snorkel, comer, siesta, ir a la playa, jugar al billar, cenar, dormir... Es decir, ¡a hacer lo que se acostumbra a hacer en unas vacaciones en toda regla!
Haciendo snorkel en la playa de Mathiveri |
Ver el día a día de la gente local, los pescadores, las mujeres que hacen artesanía, los niños jugando...hizo que para nosotros las Maldivas tuvieran un significado más amplio que un simple destino de relax, como suelen ser las islas con los grandes resorts. Aquí pudimos disfrutar de todo tal y como queríamos.
Mujeres maldivas tejiendo en una de las calle de Mathiveri |
No hace falta decir que este fue el final perfecto a nuestro viaje. No nos hubiera importado quedarnos una temporadita... Pero todo se acaba y ahora toca volver a nuestro día a día. ¡Que duro se nos está haciendo el retorno! Pero para que éste sea más soportable, empezaremos a pensar en el próximo viaje... :)
¿Qué te ha parecido? Deja tu comentario
¿Te ha gustado? ¡Compártelo!