domingo, 18 de septiembre de 2016

El Irán de mochila con mi padre (1ª parte)


Irán era un melón por abrir. Hasta no hace mucho no conocía nadie que se planteara ir. Y ahora, los que son las cosas, es un destino que se está poniendo de moda entre viajeros de una cierta experiencia. Estaremos de acuerdo en que no es el primer lugar que viene a la cabeza para unas vacaciones relajadas, sol y playa, una buena cena en una terraza con vistas, no, no... ni siquiera está entre los primeros destinos que la gente, digamos normal, elegiría para aterrizar fuera de la conecidísima vieja Europa. Hay que salir del área de confort. Aceptado. Pero es un destino al alcance de todo el mundo. Aquí está lo que quiero explicar. No hay que ser un aventurero de piedra picada y de pasaporte trabajado a cincel en junglas y desiertos para visitar este país. Ni de lejos. Solo con un poco de imaginación por elegir algo de original llegas y con un pelín de empatía en la mochila, el país te premiará seguro con una experiencia irrepetible. ¿Cuándo ir? El momento es ahora. Es cierto que los lugares no se mueven, de acuerdo, pero el tiempo los hace evolucionar. E Irán, aquel melón que estaba por abrir, ahora permanece, puedo dar fe una vez abierto, en su punto de dulzura perfecto. Y quien entiende de fruta sabe que esto... no dura.

Primero pensé en ir solo, después se añadió mi padre, de sesenta y cinco años de edad. Manos a la obra, papa, que lo pasaremos genial. Viajero infatigable, literalmente, del que heredé el gusto por ir siempre algo más allá en lo desconocido. De pequeño aprendí a través de los viajes que él planificaba que se puede llegar por medios propios allí donde quieras. Romper la barrera psicológica respecto a que nada es demasiado lejos no es poca cosa. Gracias, papa, ¡te lo curraste! Años más tarde, lo apliqué a mi tiempo y a mis recursos. Hoy en día volar es mucho más asequible para bolsillos modestos, la gasolina es mucho más cara que años atrás, ahora hablamos más idiomas, tenemos al alcance guías de viaje, información y tecnología que era inimaginable hace muy pocos años, y las posibilidades de alojamiento y las facilidades para conseguir visados se han multiplicado. Y aquella Europa del Este de principios de los años noventa que había visto de niño estaba igual de lejos que ahora el Asia más exótica para un viajero adulto. Empecé a rodar solo, todo lo que pude, y ahora, un montón de años más tarde, era yo quien me proponía llevármelo a él a mi terreno, a mi manera de viajar. Tú fíate, papa, que controlo.

Taxi iran
Desayunando con taxistas

Dicho y hecho, me encargué de los trámites de los visados (un trámite caro, hay que enviar el pasaporte a Madrid o pedir a una empresa autorizada que lo haga), miré unos cuantos blogs de viajes por Internet (Quaderns de Bitàcola incluído, of course!) y prometí a mi madre que mantendría a su hombre alejado de las viajeras de más sesenta años y que lo devolvería en razonable estado de conservación (por milagros a Lourdes). No costó nada cumplir mi promesa. No, no. Mi compañero de mochila era duro de pelar y, lujos a un lado que son inexistentes, Irán resultaría ser un país la mar de fácil.

Era la primera vez allí y con diez días que teníamos no nos proponíamos descubrir la sopa de ajo. Así que escogimos un itinerario de lo más clásico:

El itinerario:

Día 1. Barcelona – Teherán
Día 2. Teherán – Qazvin
Día 3. Qazvin – Shiraz
Día 4. Shiraz – Persèpolis
Día 5. Shiraz – Esfahán
Día 6. Esfahán
Día 7. Esfahán – Natanz – Abyaneh – Kashan
Día 8. Kashan
Día 9. Kashan – Qom
Día 10. Qom – Teherán – BCN


De norte a sur, de Teherán hasta Persépolis, siguiendo una de las principales carreteras del país. Eso está hecho, papa, está hecho. Más tarde, incluiríamos las variantes de Qazvin, en el noroeste de Teherán, para optimizar el tiempo ante las pocas expectativas que nos sugería la capital. La gente que dispone de un par o tres más de días, acostumbra a añadir Yazd al itinerario. No era nuestro caso. Creo pero que nos quedó una propuesta muy arregladeta, útil para todo tipo de viajero y apto para bolsillos modestos (con un presupuesto en Irán de 30 euros por día y persona vas sobrado), pero, sobre todo, muy ajustado para una semana larga de vacaciones de estas que algunos afortunados podemos coger por pascua o navidades.

Para llegar allí volábamos con Pegasus Airlines, una low cost turca, que facilita unos vuelos muy simpáticos a Oriente medio, con escala en Estambul desde Barcelona, a precios que eran hace poco impensables. Por poco más de doscientos euros, sin remirar mucho, es fácil encontrar un vuelo de ida y vuela a Teherán. No ofrecen ningún servicio gratuito a bordo, ni comida, ni bebidas, ni sonrisas de uniforme, pero ¿quién los necesita? Eso sí, hay escalas y esperas en horarios intempestivos. En Estambul, nos sentiremos obligados a despedirnos de la cerveza con una Efes Pilsen en la barra de un pub de aeropuerto, viendo parte de un partido del Barça. Ya se sabe, dura vida de viajeros. Pide que nos pongan unos cacahuetes, papa. Mientras los nuestros sudaban la gota gorda para salvar los muebles de un partido que se había puesto de culo, nosotros perfilábamos nuestro primer objetivo: pasar olímpicamente de Teherán. Bien temprano, por la mañana siguiente, aterrizaríamos en la capital con el sueño incrustado en la moral y sin ganas de perder el tiempo. El plan quizás no era propio de un relojero suizo pero al ser práctico le vimos el qué. Iríamos directamente del aeropuerto a Qazvin para aprovechar el día y volver a Teherán para coger el bus nocturno a Shiraz.

qazvin, Iran
Bazar en Qazvin

Al bajar del avión, cinco minutos después de que todas las mujeres se encasquetaran los pañuelos en la cabeza antes de pisar la terminal, mira cómo corren, papa, tomábamos café y nos disponíamos a cambiar moneda. Después sabríamos que el café en Irán es un lujo y se paga caro en todas partes, pero lógicamente más todavía en los bares del aeropuerto. Ninguna novedad. Sí que recomiendo, por el contrario, cambiar dinero allí mismo, en el piso de arriba de la terminal de llegadas existe el mejor cambio que obtuvimos en todo el país. Desconozco las razones, pero solo permiten cambiar hasta una determinada cantidad de dinero. Con la logística arreglada nos dispusimos a ir al grano. Localizamos en la planta de abajo un mostrador donde se puede obtener un taxi con la tarifa oficial. Manos a la obra, papa, que lo tenemos. Preguntamos si era posible llegar a Qazvin directamente en taxi y nos dijeron que sí. Pregunté el precio. Demasiado barato. Otra vez. La chica del mostrador insistía, que sí que sí. Qazvin, no problem (350000 Rials / 10 euros, aprox.). Un chollo, ¿verdad? Subimos al taxi y nos lleva a Teherán, a la calle Qazvin, en el barrio de Qazvin, o vete a saber qué Qazvin, pero dentro de Teherán. Ya ves, un chollo. Lo hablamos con el taxista. ¿Tú como vas de gramática farsi, papa? El taxista que lo habla con su jefe y después nosotros a la vez con su jefe también por teléfono. La actitud del compungido taxista nos convence que todo es un error y acordamos que nos lleve a la estación correspondiente (hay unas cuántas), a coger el bus hacia Qazvin.

iran, qazvin
Mesquita en Qazvin

La ciudad respondió a las expectativas, es una toma de contacto interesante, representativa del Irán desconocido. Gente por la calle que entra a un mercado intrigante, donde los vendedores parecen vender tejidos, enseres y especies descargados directamente de una antigua caravana de la ruta de la seda. Nadie te presione, nadie te molesta. En Irán todavía no hay prácticamente turismo, y eso ahorra el cúmulo de malas prácticas asociadas para exprimir al guiri occidental. Los precios excesivos, las insistencias inacabables y los engaños no existen en Irán, como mínimo de momento. Que dure, papa, ¡que dure! En cambio, como era de esperar, no hay servicios turísticos. Además, derivado del hecho religioso, encontramos que en la cultura local no está previsto salir de bares, no hay terrazas ni nada que se asemeje. Para que nos entendamos, es más fácil que te inviten a uno te desinteresadamente por la calle que encontrar un negocio que te lo haga pagando. Evidentemente, el alcohol está prohibido. No se puede decir que el país sea una fiesta. A pesar de que de fiestas hay, pero en casa de cada cual, a pesar de que no se puede descartar que te inviten a una. La gente es amistosa, amable y comunicativa. Son curiosos y honrados. En absoluto cercados, ni radicales, ni ninguna de las tonterías que se pueden oír cuando se quiere meter a un país entero dentro del eje del mal. Afortunadamente, los prejuicios se esfuman rápidamente sobre el terreno y los iraníes son gente que se deja conocer. Es mil veces más complicado tener una conversación amistosa con una chica en la India que en Irán. Trabajando son profesionales, nunca te piden más de lo acordado y no esperan propinas. El problema llega cuando topas con las estructuras fijas de un estado que impone regulaciones en contra del tiempo presente.

Iran
Bazar en Qazvin

Iran
Nevando en la estación de autobuses de Qazvin

Mi padre quería llamar a mi madre, cosas del amor. Y, señores, ¿qué no se hace por una madre? Va, papa, preguntamos. Hay que comprar primero una tarjeta SIM del país en alguna de las tiendecitas estas que tienen de todo sobre telefonía móvil. Primer paso, todas te la pueden vender pero solo unas pocas tiendecitas escogidas pueden darla de alta. Segundo paso, entender sin hablar una pizca de farsi qué tienes que hacer, ya que aquello que te han vendido alegremente no funciona. Tercer paso, encontrar la tiendecita correcta en un sinfín de calles donde todas las tiendecitas y paraditas son un cajón desastre donde todo permanece apilonado en un espacio pequeño. Arrastramos la mochila por media ciudad, ahora no reniegues, papa, para encontrar el negocio destartalado que regentaba un hombre simpático y su mujer, pequeña y tapada. Nos habían dibujado el camino en un croquis que no sirvió de mucho, pero finalmente en el lugar la chica nos hizo el trámite reglamentario con copia de pasaporte, autorizaciones firmadas y huellas digitales. Papa, ya estás fichado, no vuelves, a ver ahora quién le explica a la mama.



Pensábamos que todo sería más complicado, pero la suerte nos devolvió el favor que nos debía desde el primer taxi. Creíamos que sería necesario volver a Teherán para coger un bus hacia Shiraz, pero no. Se puede llegar a Shiraz sin pasar por Teherán (450.000 riales / 13 euros, aprox.). Así pues, la parte logística más complicada de todo el viaje quedaba resuelta. En Irán, el transporte funciona bien. en un solo trayecto llegaríamos hasta el punto más al sur previsto de nuestro itinerario y de allí solo quedaría ir subiendo a medida que caían los días. Dormir en el autobús y despertar trece horas más tarde a casi mil kilómetros de distancia. Fácil. ¡Regalado, papa, regalado! Es en estos momentos de tránsito donde puedes digerir lo que va pasando cerca tuyo, es entonces cuando sabes que estás viviendo una aventura irrepetible y que, a la vez, el tiempo no te podrá robar nunca. La noche caía y los kilómetros pasaban dulces. Apenas empezábamos.

(Continuará...)

Daniel García Giménez


*¿Quieres leer la continuación del relato? Clica en: El Irán de mochila con mi padre (2ª parte)

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Dani García Giménez. 39 años. Ha arrastrado la mochila por 66 países de cuatro continentes. Viajar es parte de su identidad, que vive como un hecho natural y algo irrenunciable desde la niñez. Viajero polivalente al máximo, disfruta con la misma intensidad de culturas lejanas y paisajes naturales extremos en solitario, como de visitas contemplativas a cualquier ciudad europea en buena compañía.

Ferran García Peña. Padre de Dani. 65 años. Ha visitado una treintena de países. Conductor incansable, disfrutaba diseñando rutas en coche por toda Europa que después ponía en práctica. Viajero especialmente habilidoso y acostumbrado a recavar información en un tiempo donde no era tan accesible como actualmente. Conversaba con el personal de las agencias de viajes, se ponía en contacto con las embajadas, se hacía con una pila de mapas de tierras lejanas y empezaba a medir distancias y gastos, en un contexto viajero previo a internet donde todo cálculo y previsión era completamente artesanal.

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