Bonito, aguas transparentes en el Brasil profundo ~ Quaderns de bitàcola

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El nombre de Bonito no os suena mucho, ¿verdad? A nosotros tampoco, antes de ir. Y de hecho, el pueblo no tiene nada de especial ni hace honor a su nombre: es una localidad bastante lejana de Mato Grosso don Sul, a unos 1.500km al suroeste de Río, hacia el interior. Abundan las casas a medio construir, las calles sin asfaltar, las fincas agrícolas y ganaderas de km y km de extensión propiedad de los fazendados (terratenientes), los coches abandonados... y las iglesias evangélicas. Cualquier lugar –una nave deteriorada, un pequeño local- es apto para estos cultos que, por lo que hemos visto, se están expandiendo por todo el país a una velocidad de vértigo, cosa que, sin duda, constituye uno de los cambios religiosos –y, por extensión, culturales- más significativos de la zona: el paso de una sociedad católica a otra donde los cultos evangélicos, con sus sermones llenos de supuestos milagros y de marketing telegénico, se abren, especialmente a las favelas y a las zonas pobres del interior.

Y entonces, ¿qué tiene Bonito que justifique la visita? Ríos y riachuelos con cascadas y, sobre todo, con unas aguas transparentes, increíblemente transparentes, donde se puede nadar y hacer snorkel contemplando los pescados que hacen su camino con toda naturalidad (se nota que no se puede pescar). ¿Más alicientes? Los bosques tropicales de la zona, la gran cantidad de pájaros que hay y la gruta azul, un pequeño estanque en el fondo de una cueva rodeada de estalactitas, donde, un par de veces al año, los rayos del sol inciden de lleno.

Magnífico, verdad? Lástima que, a excepción de la gruta azul y de un pequeño tramo de río propiedad del municipio, el resto pertenece a los fazendados, los cuales te hacen pagar de lo lindo para poder entrar y, encima, hay que ir con excursión organizada. De hecho, la misma noche de nuestra llegada a Recanto dos Passaros, la pousada –bastante recomendable, por cierto- donde nos hemos instalado, sus propietarios nos avassallan con una retahíla de posibles excursiones, advirtiéndonos, en portuñol (mezcla de portugués con algunas palabras en español), que hay que elegir bien pronto o, por el contrario, nos quedaremos sin plaza.

De excursiones para disfrutar de la naturaleza, hay muchas. Nosotros hemos hecho 4, de las cuales hay una que debemos recomendar, como todos los turistas brasileños y la gente del pueblo con quién hablamos nos remarcan: Río de prata, donde, bajo la supervisión del guía, nos proporcionan gafas y tubo para hacer snorkel. La excursión consiste en ir nadando -más bien dicho, flotando- por el río un largo rato, rodeado de peces de todas medidas. Lástima que no hemos tenido mucha suerte con la cámara acuática que hemos comprado deprisa y corriendo.

Después de 4 días nadando entre peces, decidimos trasladarnos a nuestro próximo destino: las cataratas de Iguaçú. Dado que Enric y Celia ya nos han explicado bastantes cosas de este lugar, no nos entretendremos. Sólo deciros que, si pensáis visitar de una vez Bonito y las cataratas, hace falta que os lo toméis con calma: la distancia no es muy grande, pero, a pesar de tratarse de dos lugares bastante visitados, la combinación no es muy buena, no queda más remedio que coger tres autocares (más de 24h), o bien unas 5 horas de Bonito al aeropuerto de Campo Grande, y de allá, haciendo escalas, a Foz.

De Brasil hemos publicado:

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Lluís es un bibliotecario de los de la “vieja escuela”, es decir, lector sin remedio que se declara rotundamente incapaz de ir a ninguna parte sin un libro en la mano. A Maria José le encanta viajar , ya sean destinos cercanos o lejanos, ya se trate de ciudades o de naturaleza, a pesar de que tiene una especial predilección por aquellos lugares que quizás no tienen grandes monumentos, pero sí autenticidad y encanto. Maria José y Lluís han realizado finalmente uno de sus viajes más deseados: Brasil. Son nuestros invitados del mes de mayo y temporalmente les hemos cedido el blog para que nos expliquen su viaje. -- Enric y Celia