Brasil es un país que no te lo acabas nunca, él solo ya ocupa la mitad de Sudamérica y tiene una extensión similar a la que suma toda Europa. Su diversidad cultural, de gente y de ecosistemas es extraordinariamente rica y es uno de estos países donde cada viajero puede encontrar su lugar, independientemente de las preferencias y del tipo de viaje. La calidez y espontaneidad de su gente hacen el resto.
Estos días Maria José y Lluís nos han ido explicando su experiencia por tierras brasileñas. Unos relatos que han hecho venir muchas ganas de volver para recorrer los parajes que nos han descrito. El verano del 2007 cogimos una oferta de esas que no puedes dejar escapar: por 420€ vuelos y hotel a Salvador de Bahía. Dicho y hecho! No acostumbramos a coger paquetes turísticos, pero esta vez no nos lo pensamos mucho. Lo que sí hicimos fue adaptarlo: ya puestos, ¿por qué no disfrutar también de las playas paradisíacas de la zona? Finalmente fueron ocho días que distribuimos entre Salvador y Praia do Forte ;-)
¡Hoy y durante las próximas entradas os explicaremos nuestra experiencia por el norte de Brasil!
La carta de presentación de Salvador de Bahía tiene unos rasgos identificativos muy destacables: Salvador es el centro de la cultura afro-brasileña y, a diferencia del sur del país, la mayor parte de la población es negra o mulata. De hecho, es la ciudad con el mayor número de descendientes de africanos del mundo. Otro dato curioso es que la ciudad tiene 365 iglesias católicas, una para cada día del año, todo el catolicismo convive junto al candomblé (una creencia de origen también africano y que os explicaremos en nuestra próxima entrada).
La llegada al país fue un pelín alarmista. En el trayecto de autocar entre el aeropuerto y el hotel el representante de la agencia se dedicó a asustar al personal alertando sobre los peligros a los que se expone el turista que va solo: robos muy comunes y asesinatos están a la orden del día, nos decía... Todo ello para acabar "recomendando" que nunca saliéramos solos y que para visitar la ciudad era mejor que contratáramos excursiones organizadas con la agencia... ¡una estrategia muy habilidosa, la del miedo! No coló, aunque tenemos que decir que leyendo las noticias en el diario local nos enteramos que aquella misma semana habían sucedido dos asesinatos por las cercanía de Salvador. ¡Uf!
La verdad es que inicialmente no daban muchas ganas de salir a pasear por el centro de Salvador de manera relajada. Aún así, decidimos ir por nuestra cuenta y tenemos que decir que no tuvimos ningún tipo de problema. Simplemente hay que aplicar sentido común: no ser ostentoso, dejar en el hotel los objetos de valor y evitar zonas aisladas, sobre todo por la noche.
Cogimos un taxi hasta el centro de Salvador de Bahia i allà vam passejar pel Pelourinho, el casco histórico de la ciudad. Es la zona que todo viajero visita tan sólo llegar y realmente vale la pena. De estilo colonial muy conservado, con unas fachadas de colores muy vivos y calles adoquinadas forma la escena más típica de la ciudad. Hay que recordar que Salvador fue la primera capital de Brasil cuando era colonia portuguesa y este hecho originó la construcción de miles casas durante los siglos XVI, XVII y XVIII que conformaron lo que hoy es el mayor patrimonio barroco de América latina.
La iglesia de San Francisco con su elaborada fachada, los retablos recubiertos de pan de oro y las baldosas típicamente portuguesas, es posiblemente el monumento más destacable del Pelourinho. Aunque en su interior encontramos también una sala llena de figuras de santos que, por sus caras, más bien parecen extraídos de una película de terror. De hecho, si entras sin mirar mucho, ¡te puedes llegar a asustar!
Nos adentramos un poco en las calles adyacentes de la zona más turística del Pelourinho y descubrimos que hay mucho por descubrir: más iglesias, escalinatas y casas de colores se van sucediendo. La preocupación por las advertencias del representante de la agencia de viajes se disipan completamente. En la zona se respira un ambiente muy relajado, casi de pueblo, en el que nos sentimos muy cómodos. La gente saluda al visitante de manera muy abierta. ¿Dónde está el peligro?
La Cidade Baixa y la Cidade Alta están unidas por el elevador "la Cerda", la manera más sencilla de pasar de una zona a otra y la manera tradicional de trasladarse por los bahianos, además de económica (0,25 reales). Así que subimos varias veces, una de ellas para ir al Mercado Modelo (se encuentra en la parte baja), un lugar recomendado para ir a hacer compras de artesanía si el viajero no tiene mucho tiempo, pero que a nosotros nos pareció carísimo y poco que ver con los locales. Delante mismo hay varias terrazas que están muy bien para hacer un descanso y tomar algo. También es un lugar de encuentro de grupos de capoeira que muestran su arte a los turistas a cambio de unas monedas.
Un poco lejos del centro y teniendo que coger necesariamente taxi está la iglesia del Senhor do Bonfim, el mayor centro de la fe en religión católica de la ciudad. Dentro, en varies a, encontramos una infinidad de objectos personales dejados por la gente en agradecimiento al Senyor del Bonfim y nuestra Señora de la Guía por haberse curado: fotografías y prótesis depiernas y brazos(¡está lleno!). Fuera de la iglesia somos avasallados por vendedores de pulseras de colores de Bahía, estas que te aseguran que traen suerte y que no te la tienes que quitar nunca hasta que se te caiga. ¡Dos años las llevamos puestas!
Posteriormente nos acercamos hasta el Forte Montserrat desde donde se protegía el puerty de Salvador -y donde hay unas vistas impresionantes- y el Faro da Barra, de color blanco y negro, que está situado en la entrada de la Bahía de Todos los Santos. Desde allí tienes tota la perspectiva de la Bahía que da nombre a la ciudad. A sus pies tenemos la famosa playa de Itapua, ¡un buen lugar para darse un baño!
Nos damos cuenta que no conocimos realmente el esencia de Salvador hasta que nos decidimos a salir por la noche. ¡Nunca nos lo hemos pasado tan bien, y eso que era un martes!
El carnaval y el fútbol para los brasileños son poco menos que sagrados. Los músicos y los futbolistas son considerados dioses y el ritmo de la ciudad gira en torno a estos acontecimientos. Pocos son los momentos en los que levantes la mirada y no encuentres a tu alrededor alguien con una pelota en los pies!. Y que decir del carnaval: ¡Dura sólo una semana, pero el resto del año se lo pasan preparándolo!. Aquí el carnaval es muy diferente al de Río de Janeiro: a diferencia de este se celebra en la calle y no en un sambódromo. Uno aquí no va a ver el carnaval, sino a vivirlo y participar en primera persona.
Los martes y sábado noche de todo el año son los días de "ensayo general" y es también cuando los "blocos" o comparsas salen a la calle a ritmo de samba y batucada. ¡Y eso, sin saberlo, es precisamente lo que nos encontramos en pleno mes de julio! ¿Os lo podéis imaginar? Pasear por la calle e ir encontrando grupos de percusión desfilando acompañados de un montón de gente bailando a su ritmo. Mucha gente local y poco turista, muy auténtico. ¡Increíble!
Pero la cosa no acabó aquí: no recordamos a que hora pasó, pero en cuestión de media hora toda la gente desapareció de las calles. Tampoco era tan tarde, "¿qué pasa?" nos preguntamos. Pues bien, segunda casualidad: justamente aquella noche se jugaba la semifinal de la Copa América entre la Uruguay y Brasil. ¡Todo el mundo iba a ver el fútbol y nosotros, evidentemente también! Acabamos en un local compartiendo cervezas y conversación en un catalán-portugués con un chico que nos explicó vida y milagros -quien no se entiende es porque no quiere!- mirando de reojo los acontecimientos del partido en la gran pantalla. Después de más de dos horas, el partido y su prórroga había acabado a empate a 2. Hora de los penaltis, emoción máxima y finalmente gana Brasil la tanda por 5 a 4. ¡Guau! La fiesta se desata otro vez hasta muy entrada la madrugada. Cansados, muuuuy cansados, acabamos aquel día con una sonrisa de oreja a oreja y con unos recuerdos que todavía hoy recordamos como una de las mejores noches que nunca hemos vivido.
De Brasil hemos publicado:
- Río de Janeiro: una ciudad fascinante en plena transformación...¡y muy cara!
- Bonito, aguas transparentes en el Brasil profundo
- Paraty: playas de ensueño, pero...¿Dónde está el sol?
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