lunes, 18 de mayo de 2015

Nepal. Take your time II



“La aventura valió la pena”
 Jordi Pons


Ni Jordi ni yo no éramos lo que podríamos decir montañeros expertos, ni mucho menos. Habíamos hecho como la mayoría de gente (quiero decir al principio de los tiempos, antes de que existieran las tiendas de ropa deportiva de consumo masivo, la moda del trail running o los trekkings de aventura). Habíamos hecho, decía, un poco de Pirineo, subido a algún monte que otro, algunas caminatas por el Montsant o por los Ports, cosas de esas. Tenemos suerte de tener un amigo común, Joan (este sí, bombero y montañero serio) que nos dio cuatro buenos consejos. El primero y conciso: haced el círculo de los Annapurnas. Segundo y elástico: si por fechas no podéis hacerlo todo (18-22 días es el circuito entero, como mínimo haced la mitad: subís a Jomoson, bajáis a Naya Pull pasando, está claro, por el Poon Hill y entráis al Campo Base de los Annapurnas (ABC). Tercero y escéptico: ¿Tenéis material adecuado? (Respuesta ns/nc) Cuarto y definitivo: las autoridades sanitarias nunca advierten que, afortunadamente, un viaje así es irremediablemente adictivo.
Guardo la lista de lo que me llevé. Soy escrupuloso cuando afirmo que, excepto las botas, los calcetines, un par de primeras capas, la edemox, el ibuprofeno, la crema de cacao, la cantimplora (sin forro) y un cortavientos que había comprado unos años antes en el Calafate (Argentina), el resto no era, seriamente hablando, material para ir a hacer un trèkking como aquel. Como muestra: unos pantaloncitos convertibles, de algodón, de una marca con nombre de grado militar y apellido de almidón, que a -14º demostraron una dignidad encomiable. Dignidad encomiable, a palo seco...
Thamel, nos decíamos, nos proveerá. De material, quiero decir.

Añado a la bolsa de viaje dos libros: "Annapurna este". "Un 8000 virgen", de Jordi Pons (un clásico del montañismo y, sobre todo, ¡alguien que describe Nepal en 1974!) y "Endorfinas tropicales", de Sergi Ramis (de mi fondo de armario). ¡A volar!


Poon Hill

15 de noviembre de 2006

Gulf Air nos lleva de Barcelona al Tribhuvan International Airport de Katmandú, haciendo paraditas para hacerlo más interesante, en Heathrow (Londres) y Muscat (Omán).

Al aeropuerto nos espera Peri, el tercer miembro de la expedición: iba hacia la India a su manera y, cuando supo que nos dirigíamos hacia el Nepal se apuntó sin dudarlo. Ya hacía un par de días que estaba en la ciudad. Es uno de aquellos momentos muy peculiares: llevas a las espaldas tres vuelos diferentes, ni recuerdas cuántas de aquellas bandejitas tan organizaditas y de gusto intrigante has intentado comerte o eliminar como sea, ni la de salas de espera donde estás echado esperando (entonces los móviles eran, afortunadamente, únicamente teléfonos), ni sabes muy bien a qué hora vivos ni muy bien si ya has llegado, y entonces... ¡magia! En la otra punta del mundo, en el vestíbulo de un aeropuerto de Asia, aparece Peri con una sonrisa de la boca a la nuca pasando por la oreja y nos saluda con un "Namaste" con un perfecto acento de catalán central. Genial.


Kathmandú

Nos enchufamos los tres y las bolsas en uno de los mini taxis (de marca coreana) y, como no, hacia el barrio de Thamel. Si lo definimos, el barrio, por las personas: los nepaleses, vendedores y gente que hace su vida. Los guiris, con una variada tipología de especies diversas: grupitos de turistas de bus, un buen puñado de montañeros (unos de más noveles y otros más experimentados), unos poquitos hippies y, los más peculiares, aquellos claramente afectados por el síndrome de Mallory, caso que exista.

El paisaje urbano es una mezcla de pequeños restaurantes, cibercafés, tiendas de víveres y emergencias y hotelets con letreros y tubos fluorescentes que compiten entre ellos bajo una amalgama de cables de luz imposibles de desatar. Y, naturalmente, puestos de souvenirs, artesanía (y objetos de barro, que dirían Las Luthiers). La mayoría de calles son estrechas y es por eso que la abundancia de micro coches coreanos, bicicletas, rickshaws... hace que moverse sea un ejercicio de autocalma. Es inútil agobiarse: no serviría de nada. Aunque como ocurre habitualmente en estas circunstancias nunca se ve ningún accidente. ¿Será el famoso caos ordenado?.

Pero lo más curioso para la gente de montaña son las tiendas donde venden The North Face, TNF nepalí, claro. Hay de todo, pero son falsificaciones. Y, dentro de lo que es falso, algunas cosas dan buen resultado, como por ejemplo el saco de plumas (a pesar de que va perdiendo plumas en cada uso todavía lo utilizo y nunca he tenidodo frío) o los bastones (a pesar de que la minibrújula de cada uno de los mangos señalaba un norte magnético diferente) o los forros polares (con una magnífica fotocopia a color de una etiqueta original de gore-tex). Otros, como las cinchas de las mochilas de 40l, resultaron compras poco exitosas. La gracia del caso, al volver del trekking: intentamos vender en la misma tienda las mochilas y nos ofrecían por ellas como una quinta o sexta parte de lo que nos habían costado con el argumento de que no las podrían vender (¡a parte que estaban usadas, nos dijeron que eran TNF falsas!).

Hay tres cosas que me acompañarán siempre en mi primer Thamel: comer momos, vagar por la Pilgrims Book House removiendo libros y mapas y láminas (eso de los libros es vicio propio) y hacer una cervecita de cara a la calle: dejarte abducir por aquella inmensa cantidad de vida y colores que se mueve incansablemente ante tus ojos abiertos como platos (platos de momos, naturalmente).


Thamel

Segunda noche en Katmandú. La idea era salir lo antes posible hacia las montañas, porque no sabíamos qué nos encontraríamos ni cómo reaccionaríamos nosotros en la altura, y si tendríamos suficiente con los 10 días de ruta teórica. Por lo tanto, dejábamos la visita larga en Katmandú (la plaza Durbar, la Kumari (diosa viviente), la estupa de Bodhnatn, el templo de los monos...) y su área metropolitana (básicamente Bhaktapur, Patan y Pashupatinath) para el retorno.
Había que comprar el material que nos hacía falta y pagar el permiso. En aquella época, había el rumor de que los guerrilleros maoístas controlaban a los que circulaban por los Annapurnas. Ellos, los maoístas, estaban en negociaciones con el gobierno. Me refiero a que no había un riesgo aparente, pero nos decantamos por la seguridad de contratar un guía, en Karna Rana: veinti pocos años, simpático, tímido y muy, muy, muy urbanita (eso lo descubriríamos en el monte). Ya de vuelta sacamos la conclusión de que no hace falta ningún guía para hacer esta ruta: encuentras gente en todo el recorrido dispuesta a indicarte o ayudarte. Es seguro, está muy indicado y muy equipado. Con esta experiencia, un par de años después, al hacer el trekking del campo base del Everest, no contratamos ninguno.

Para definir la científicamente inexistente el "síndrome de Mallory", podría utilizar el ejemplo de los ampurdaneses (tocados por el viento de la tramuntana) o los submarinistas (con la narcosis del nitrógeno). En esencia, significa que a las personas expuestas de manera más o menos continuada a condiciones ambientales extremas (el viento, la profundidad o la carencia de oxígeno por la altura) la mente se les limpie de la rutina diaria y se libere segregando felicidad (o tontería cariñosa, si queréis). Si no, no hay explicación para que tres personas sanas, más o menos avispadas y adultas, vayan a uno de los costureros del Thamel y se hagan coser en una camiseta el logo del su viaje/expedición: “Annapurna. The North Feims Elcim. Massapuchada 2006”. La única explicación es que estas cosas las provoca el síndrome de Mallory.:)

Mañana tenemos el bus a Pokhara. Pasado mañana estaremos en las montañas.


Logo de la expedición


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"Mi primer viaje, viaje fue en el 99: un Vendrel-Tombouctou, a pelo. ¡Uf! En un milisegundo entendí dos cosas simples. La primera, que viajando vives más de lo que ves, y la segundaa, que la nuestra lógica sirve aquí (y no siempre), pero casi nunca, allí: c'est le dakan, nos decían, es el destino tubabus, las cosas pasan porque son así, allí.Podría explicar buena parte de mis viajes a partir del dakan, del destino. He dejado que los viajes se tejan de casualidades que me han llevado por Argentina, Chile, Perú, México, Tanzania, Tunez, Egipto, Camerún, Israel, Turquía, Irán, India, Vietnam, Camboya...Y Nepal."

Pep es nuestro invitado del mes de mayo y temporalmente le hemos cedido el blog para que nos explique su viaje por los Annapurnas. -- Enric y Celia


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