lunes, 25 de mayo de 2015

Nepal: Take your time III



“Acercarse al abismo de uno mismo”
Walter Bonatti


Las horas de bus me acompañaron con la correspondiente ración de pánico. Vivimos en un mundo saturado de fundamentalismos y apriorismos de todo tipo. ¿Cómo reaccionará un mismo y el microcosmo desconocido que me acogerá a miles de metros de altura? El caminar genera nuevas dudas, para plantear nuevas y viejas cuestiones, para cerrar cosas que tendrías que tener más que enterradas. Pero, en realidad, quizás sólo andas para conocer, para conocerlos a ellos y, porque no, para que te conozcan. Sobre todo cuando puedes hacerlo sin ninguna prisa, cuando los paisajes se eternizan, cuando las palabras suenan repuestas y tienes tiempo para todo: mirar, hablar, pensar, callar y, sobre todo, OLGAZANEAR (sí, en mayúsculas). A no ser que quieras ir con el cronómetro enganchado en el culo como un autómata programado, nadie puede estar horas y días durante semanas y no recorrer tantas dudas como preguntas con respuestas ligeras, o brillantes, o en blanco. A veces, el tiempo corre. A veces avanzamos lentos consumiéndonos. El vuelo hacia Jomosom me quitó la tontería de golpe.

Cabina del avión

De madrugada, bien pronto en al aeródromo de Phokara, según la báscula (del siglo I antes de Buda, como mínimo), Maria –mi mochila, imprescindible bautizarla si quieres tener un buen trèkking- pesa 10 kilos. Este será el peso que arrastraré los próximos días, porque no queremos contratar porteros: en las montañas cada cual tiene que traginar su material. Traigo dos mudas de cuerpo para andar, uno forro delgado, una más gruesa, unos pantaloncitos de algodón y unos de plástico, el cortavientos, dos mudas de ropa interior y dos pares de calcetines para andar, un kit completo de pijamita (jersey de algodón, pantalones y calcetines), botas potentes, chancletas caminadores, un pareo (que hace de toalla), braga, gorra, guantes abrigos, lo poco de higiene personal (con 6 pinzas de tender la ropa) y botiquín, saco, bastones, frontal, mechero, un banderín reivindicativo, bloc de notas y poca cosa más... Ahora esto va en serio.

Creo que volábamos con Cosmic Air, no estoy seguro. El avión, un bimotor de hélices, de pasillo único: una hilera de sillas individuales a la izquierda y una a la derecha. Los pilotos como los de antes: una senyoraza chaqueta de cuero con unas estrellas en el pecho y gorra. La azafata, amabilísima, nos dio algodón (para las orejas y/o nariz) y un caramelito de menta. Levantamos el vuelo y, ¡oooh! Volar entre las montañas es una experiencia que creo que vale la pena de tener por lo menos una vez en la vida, y tengo suerte: he aterrizado en Cuzco y sobrevolado parte de los Andes. El Himaya tiene, obviamente, mucha leyenda y mito, pero el mismo encanto que los otros.

El habitáculo de los pilotos está cerrado con un visillo que tienen completamente abierto, e inevitablemente la veintena de personas que vamos cómodamente en nuestro asiento individual, ahora miramos por la ventana, ahora miramos por el pasillo para ver la cabina y las vistas que tienen los pilotos, hasta que encaramos el aeródromo de Jomosom. ¿Imagináis delante vuestro un paisaje árido, pedregoso y, de repente que empiece una lengua de asfalto, como si fuera una carretera justo ante vuestros morros? El avión tiene un ligero balanceo a derecha e izquierda (por suerte hay poco viento) y veinte cabezas se asoman mirando por el pasillo cómo nos acercamos a la lengua de asfalto a través del vidrio de los pilotos. Parecemos bailar todos acompasadamente: todas las cabezas hacia la derecha, suavemente hacia la izquierda... y la pista, que se mueve a tu ritmo, ahora hacia un lado, ahora hacia el otro. Y de fondo, el rum-rum poderoso de las hélices. No hay que decir que el silencio dentro el aparato es de altura, nunca mejor dicho. Es uno de aquellos momentos en los que piensas: ¡es el aterrizaje más jodido de mi vida, no pienso hacerlo nunca más! Un par de años después, en Lukla, comprobamos empíricamente que nunca se puede decir que algo no lo harás nunca más. Aterrizamos suavemente en Jomosom. Muy suavemente. Aplausos merecidos para los pilotos. Delante nuestro un té calentito.

Esta fue nuestra ruta de 10 días por los Annapurnas:

Dia 1- Vuelo a Jomoson (2.710m) y hacia Kalopani (2.530m), km: 24, desnivel: -180m, horas: 6h.
Dia 2- de Kalopani a Tatopani (1.190m), km: 26, desnivel: -1340m, horas: 8h.
Dia 3- de Tatopani a Ghorepani (2.750m), km: 14, desnivel: +1560m, horas: 8:30h.
Dia 4- de Ghorepani a Tadapani (2.590m), km: 20, desnivel: -160m, horas: 5. Con ascensión matinal a Poon Hill (3.193m).
Dia 5- de Tadapani a Chhomrong (2.340m), km: 20, desnivel: -250m, horas: 5h.
Dia 6- de Chhomrong a Himalaya (2.920m), km: 22 desnivel: +620m, horas 8h. Con las escaleras de baijada.

Escaleras de Chhomrong

Dia 7- de Himalaya a ABC (4.130m), km: 10, desnivel: +1.210m, horas: 7h.
Dia 8- de ABC a Bamboo (2.335m), km: 20, desnivel: -1.795m, horas: 7h.
Dia 9- de Bamboo a Jhinu Danda (1.340m), km: 18, desnivel: -995m, horas: 7h. Con escaleras de subida, ¡las 2.466 escaleras de Chhomrong!
Dia 10- de Jhinu Danda a Naya Pull (1.190m), km.: 21, desnivel: -150m, horas: 7:30h y bus a Pokhara (por cierto, está a 820m de altura).

Hacer el círculo de los Annapurnas, de Jomoson a Naya Pull, tiene una ventaja definitiva respecto a otras rutas: la cota máxima es de 4.000 metros justo en el Santuario, pero vas trampeando durante días y días entre los mil y los tres mil metros. Eso significa simplemente que por el camino vive gente, que hay vida. En otros trekkings, por ejemplo el del Everest, una vez pasado Namche Bazaar coges altura y estás por encima de los 4.000 m y en aquella altura tan sólo hay lodgers que esperan los trekkers que van de ruta. En los Annapurnas no.

Camino

Es cierto que el A.C.A.P. (Annapurna Conservation Area Project) del gobierno nepalí ha permitido que los habitantes –esencialmente horticulores y ganaderos- complementen sus ingresos con la atención a los visitantes. Ya sea con pequeñas puestos donde puedes beber una cola o comprar chocolate o unos frutos secos, o bien directamente gestionando un lodge. Esto facilita extraordinariamente la logística, dado que no tienes que llevar contigo ni comida ni material de acampada. Pero más allá de estas ventajas operativas lo que de verdad lo hace diferente es que allí vive gente. Padas un momento y te sientas en un pedregal, sueltas las amarras y depositas a "María" (mi mochila) con delicadeza a tu lado mientras la mimas. Sacas la cantimplora o unos frutos secos o simplemente te paras a respirar y descansar un momento y, entre las casas del medio de los campos aparecen unos niños o un señor o una madre, y te miran interesados porque, no nos engañamos, no tienes una pinta nada normal: sin afeitar ni duchar, con ropa estravagante, un mochilón en las espaldas, unos bastones de hierro, unos botoncitos enormes... No, definitivamente no vamos nada normales (ni para ellos ni para nadie, a pesar de que a estas alturas ya deben de estar más que acostumbrados) y se acercan a tí. Y ríen y se sientan ante ti y te miran. Y es justo  en este momento preciso, en que se produce un hecho extraordinario: tú no vas sobrado del idioma nepalés "annapurnenco" ni ellos de catalán normalizado, pero a pesar de todo ello establecemos una línea directa.

En el camino

Empiezas por una cosa simple: sacas la guía y les enseñes fotos de su país, ellos te dicen una palabra que no conoces pero que te esfuerzas a repetir con la consecuente risa generalizada. Hecho: acabas de hacer nuevos conocidos y es un momento irrepetible. El momento lo vale, sin duda. Otras veces -por ejemplo por la noche en un lodge- tienes la ropa de andar tendida bajo la mesa grande del comedor donde hay el brasero para secarla. La noodle soup cantaban los ángeles, ahora haces un te y quizás un roxy (aiguardente nepalés) y les preguntas qué quiere decir Annapurna, y contestan: la diosa de las cosechas, la abundancia, la comida. Caramba, piensas (mal hecho esto de pensar). "Normal, es la más alta de todas". Pero ellos siguen explicando: la más sagrada es el Machhapuchhre, que es inconfundible, dado que tiene la cumbre en forma de cola de pescado, de V. Es la montaña de la diosa Chiva y nunca ha sido escalada (ciertamente no hay ninguna constancia oficial que nunca nadie haya hecho cumbre) precisamente para estar dedicada a la divinidad. Ostras, piensas de nuevo, una montaña tan y tan importante debe de tener un significado muy especial. ¿Qué significa Machhapuchhre?, les pides. "Pues eso, cola de pescado..."

Machhapuchhare

El círculo de los Annapurnas es un vuelta alrededor de un montón de montañas inmensas. Empiezas andando “por detrás” de ellas, hasta que encaras el valle que te lleva al campo base a partir de Bamboo. Es como si en un momento determinado subes por el mango de una raqueta de tenis (cuando era joven no era popular lo del pádel) hasta llegar arriba, y allí, perfectamente ordenados, de izquierda a derecha tienes el Annapurna South (7.219m), Annapurna II (8.091m), Gangapurna (7.454m), Annapurna III (7.555m) y un poco por debajo el magnífico Machhapuchhre (6.997m).

El paisatge de este teatro inmenso vale la pena, aunque no seas un forofo del alpinismo. Pero no solamente las montañas, Nepal cae sobre la línea del trópico y por debajo de los mil metros es caluroso y la naturaleza es muy particular. Cambias del calor Tatopani a los -14º del campo base (ABC); de los campos de arrozales con búfalos cruzados por ríos sinuosos pasas a bosques profundos de árboles imponentes cortados por ríos violentos atravesados por puentes imposibles y acabados en cascadas de decenas de metros hasta llegar arriba, a la piedra y nieve enjuta y los momentos helados. Sí, allí eres una insignificancia entre decorados que bajan directos del cielo.

Molinillos en Marpha

Y aún más: los pequeños rituales. En las entradas/salidas de los pueblecitos, te encuentras los molinillos de oración hechos de madera o metal (cobre o estaño). Muchos empotrados en los muros mani. El ritual consiste en pasar por los molinillos y hacerlos rodar siempre en el sentido de las agujas del reloj, dejándolos a nuestra mano derecha. Los manis son pilones ordenados de piedras con losas arriba con mantras universales grabados Om mani padme hum, la oración que hace referencia la perfección. De manis hay de todas formas, estaturas y tamaños diferentes, hechos por miles de artesanos anónimos durante centenares de años. han ido rellenando los senderos de los Annapurnas. Los mantras grabados en piedra hacen la misma función que los de las banderillas: dejar que el viento los esparza por por todas partes.

Ropa tendida debajo de la taula

Hay, también, una parte más mundana. Los lodges están muy equipados, quiero decir arreglados, limpios, operativos y amables. Que nadie espere lujos asiáticos: las habitaciones acostumbran a tener un/s cama/s, una ventana, una silla, póster del Nepal y paredes finñisimas, más que suficiente. Cuando llegas, el ritual es el siguiente: conviertes la habitación en un tendedero improvisado (bendita sea la huelga de escalada y las agujas de tender): camisetas, polares, gorras, calzoncillos, guantes, calcetines.... Todo colgado por sobre las camas y alrededor de las paredes. La parte más mojada, por el sudor o la lluvia, la llevas a la cámara principal del Lodge, que es el comedor. Acostumbra a ser una habitación grande, con ventanas, banquillos y mesas grandes. Bajo sus faldones acostumbra a situarse un brasero y, cerca suyo, un cordel donde colgar la ropa para secarla. Es decir, vas cenando y alargando la mano bajo la mesa comprobando si los calcetines, por ejemplo, se van secando. Si no lo consigues, al día siguiente tienes unas buenas horas de andadura para colgar con las pinzas la ropa húmeda en la mochila y dejar que el sol la seque.

La higiene también está garantizada, todos los lodges tienen ducha con agua, agua fría o cubo con agua caliente. Acostumbran a estar en un anexo a la construcción principal, de dimensiones reducidas, donde la principal habilidad es conseguir hacer los malabarismos para evitar que la ropa seca no te caiga en el tierra mojado: la estadística dice que no lo consigues hasta el tercero o cuarto intento. Pero quizás el que más sorprende de los servicios no se la placa turca, ni el cubo con agua por limpiar, sino la taza de metal... ¿de metal? Sí. ¡De madrugada se hace una capita de hielo en la superficie del agua del cubo que no podrías romper si la taza fuera de plástico! Una vez cada cual ha acabado sus abluciones personales, sentarse ante las ventanas que se van tiñendo lentamente de humedad, notar la suave calorcito de brasero mientras bebes té o una sopa que quema, o lees, o apuntas cosas, o haces un repaso del día, o conversas con gente de allí y aquí mientras afuera rondan gigantes de ocho mil metros es un sensación que etiquetas con hashtag #readyforlife.

Deben quedar ideológicamente pocos en el mundo, y aquellos que nos encontramos -no sé muy bien si lo eran o no- pero ellos se proclamaban. Los maoístas nepalíes tenían un check point poco antes de Naya Pull, quien dice un control dice una mesa y dos sillas. Su intención era, raudo y corto, cobrarnos, en USD, por persona para poder pasar. Nos hicimos un rato los remolones; hicimos todos el payaso. Unas risas comunes y nos dejaron pasar sin más complicaciones, a coste cero, por cierto. Sí, la revolución tiene que ser otra cosa...

Control de los maoistas

Acabo con una anécdota más personal: el 24 de noviembre de 2006, se corresponde al calendario nepalí con otro día y otro mes, pero del año 2063, que justamente coincide con mi aniversario. ¡Y mira por donde, en Nepal tenía 97 años...! Hubo fiestaza grande en el lodge, aquella noche. En Chhomrong, para ser exactos.

Intento describir las sensaciones (compartidas con dos "friends" excepcionales, Jordi y Peri) de una cordillera imponente. No hay que pontificar absolutamente nada, más allá de inyectar las ganas de ir en segunda persona del futuro imperativo: ¡Ve!.


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"Mi primer viaje, viaje fue en el 99: un Vendrel-Tombouctou, a pelo. ¡Uf! En un milisegundo entendí dos cosas simples. La primera, que viajando vives más de lo que ves, y la segundaa, que la nuestra lógica sirve aquí (y no siempre), pero casi nunca, allí: c'est le dakan, nos decían, es el destino tubabus, las cosas pasan porque son así, allí.Podría explicar buena parte de mis viajes a partir del dakan, del destino. He dejado que los viajes se tejan de casualidades que me han llevado por Argentina, Chile, Perú, México, Tanzania, Tunez, Egipto, Camerún, Israel, Turquía, Irán, India, Vietnam, Camboya...Y Nepal."

Pep es nuestro invitado del mes de mayo y temporalmente le hemos cedido el blog para que nos explique su viaje por los Annapurnas. -- Enric y Celia


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