jueves, 6 de febrero de 2014

Un paseo por Palma de Mallorca


Palma de Mallorca es una ciudad para pasearla, para degustarla tranquilamente, para perderse por sus callejones e ir descubriendo patios señoriales y pequeños bares con solera donde dar un bocado. La historia impregna cada barrio, cada rincón, enseñando sus secretos a quienes la visita y enamorando a simple golpe de vista a quien llega por primera vez. Tanto es así, que gran parte de la población que vive no ha nacido allí, y nosotros hemos conocido unos cuántos: alemanes, franceses, catalanes, madrileños, vascos... Síntoma inequívoco de que Palma tiene algo que atrae, estamos seguros. De hecho, al releer nuestras notas de viaje nos han venido unas ganas irrefrenables de volver, al menos por unos días...

Aquí os describimos lo que, según nuestro punto de vista, ha sido más interesante conocer. Damos una vuelta paseando por las diferentes caras de Palma, aunque la ciudad es un todo, un equilibrio perfecto de su diversidad que se hace difícil de fragmentar.


De cara al mar


Si una cosa marca el carácter de Palma es el mar. Mediterráneo y viviendo de cara al el mar, su fachada marítima es lo primero que el viajero ve cuando llega. La Catedral y el Palacio de la Almudaina se levantan imponentes sobre la línea de mar y desde hace siglos que dan la bienvenida al viajero. A sus pies, el Parque de Mar y el Paseo Marítimo son lugar de recreo de los palmesanos y parada obligatoria para los visitantes que encuentran aquí el mejor lugar para obtener la fotografía más representativa de la ciudad.

La Palma marinera poco a poco ha pasado a formar parte más del pasado que no del presente, a pesar de que hoy todavía es posible ver los pescadores trajinando el pescado o adobando las redes rodeados de gaviotas. Diversos son los barrios que no han querido deshacerse por completo de su espíritu marinero y han sabido mantener su esencia, los típicos laúdes amarrados al puerto los delatan. La Llotja o el Consulado de Mar son testigo de una época gloriosa en la que el puerto de Palma fue uno de los más importantes del Mediterráneo. El olor salado a mar, conecta inmutable pasado y presente.




La Palma monumental


Posiblemente la Seu, el Palacio del Almudaina y el Castillo de Bellver son los edificios más emblemáticos de la ciudad pero no los únicos de interés. Arquitectura religiosa y civil ha ido dejando su huella en Palma en sus diferentes formas y estilos, dejando pequeñas joyas medio escondidas, como los baños árabes.


La Seu, la catedral de Palma

La Seu es seguramente el edificio más simbólico, el más fotografiado y el más recordado de la ciudad. Gótica en origen, en ella han ido dejando también huella el renacimiento, el barroco, el neoclásico, el modernismo y el arte contemporáneo. La Seu se ha ido transformando a lo largo del tiempo y continúa estando en evolución permanente. Antoni Gaudí y Miquel Barceló son sus artistas más célebres y polémicos. El artista mallorquín más internacional, es el que plasmó la obra más moderna en una de las capillas. Revistiendo todo con una piel cerámica plasmó el mar con los pescados y la tierra con sus frutos (alegoría en el mundo que creó Dios). Tenemos que decir que a pesar de la polémica generada, a nosotros nos ha cautivado.

La Seu de Palma es, junto con las catedrales de Beauveais, Milà y Colonia, una de las catedrales góticas más altas, y también dispone de uno de los rosetones más grandes con casi 100 m2 de superficie. Esta característica y la luminosidad que en los días soleados deja entrar en el interior de la nave, le ha valido a la Seu el apodo de la catedral de la luz. Como curiosidad os explicamos también que la superficie de la Seu fue también la unidad de medida agrícola de la isla: la superficie total de la catedral (6.600 m2) equivalía a una "quarterada" que, a su vez se subdividía en cuatro "quartons" y dieciséis "huertos".




El Palacio de la Almudaina

Cara a cara con la Seu, la Almudaina guarda entre sus muros parte importante de la historia de la isla y del Reino de Mallorca. Aquí han dejado huella todas las civilizaciones que han pasado por Palma. De origen romano y posteriormente ciudadela árabe, en el siglo XIV pasó a ser la sede del reino mallorquín. Viéndola no podemos evitar imaginar como debían ser sus tiempos de máximo esplendor. Reminiscencias del pasado, todavía hoy la Familia Real Española lo utiliza como residencia oficial para ceremonias y recepciones de Estado durante el verano.




El Castillo de Bellver

El castillo de Bellver es muy peculiar... y no lo decimos por decir...¿Te has imaginado alguna vez un castillo con una planta circular? Pues existe y está en Palma. El de Bellver es uno de los pocos castillos que existen en Europa con esta singularidad y es el más antiguo de todos ellos. Lo más curioso de todo es que esta peculiaridad no obedece a ningún tipo de razón técnica sino únicamente estética, según se cree inspirándose en el Herodium de Palestina. Fue construido a inicios del s. XIV por la casa real mallorquina y destaca la torre del homenaje de 25 metros de altura. Originariamente palacio y fortaleza, posteriormente pasó a ser prisión real siendo el escritor y político Gaspar Melchor de Jovellanos su prisionero más ilustre. Actualmente aloja el Museo de historia de la ciudad y ofrece las mejores vistas de la ciudad.





Los baños árabes

En cada ciudad que uno visita, uno se hace con un rincón especial; No tiene porque ser lo más espectacular, simplemente te atrae. Nosotros en Palma este rinconcito lo hemos encontrado en los jardines de Can Fontiroig, un receso de paz y tranquilidad donde también había uno de los pocos monumentos que quedan del dominio musulmán en Mallorca y los mejor conservados de la antigua Madina Mayurqa -nombre que tenía la ciudad en la época morisca-. Los baños árabes datan del siglo X y hoy queda la sala destinada a los baños calientes. Sorprende ver que ningún capitel de su columnata es igual, por lo que nos explicaron que éstos son reutilizados de construcciones anteriores, posiblemente romanos.




La Palma señorial y burguesa


Andando por el antiguo barrio judío, por la calle de Santa Catalina o pasando por Can Amunt y Can Avall (barrio de Arriba y barrio de Abajo) nos encontramos con pequeñas joyas de la arquitectura cotidiana. Cada rincón está impregnado de una aureola atemporal y al caer la tarde, con la luz más ténue, parece que se recojan llenos de historia.






Monumentales y con gusto, detrás de algunos portales se esconden patios de la alta aristocracia mallorquina, que son crónica viva de otra época. No son pocas las historias y leyendas que acumulan. En el dintel de un portal del Patio de Ca´n Ordines d´Almadrà aparece una cita en latín que se traduce por "cásate y cállate; el silencio te proporcionará joyas". Es el reflejo de los intereses matrimoniales que hubo entre el pobre caballero Vivot y la rica joven Santmartí. En el mismo patio tenemos el placer de encontrarnos con la que se considera la mujer más vieja de Palma, la señora Manlia Severa. De ella sólo vemos la lápida con su nombre, una de los pocos restos encontrados de la necrópolis romana.





Más próximas en el tiempo, Palma acoge también auténticas joyas del modernismo como por ejemplo el Gran Hotel, Can Casasayas o Can Forteza Rey, que aportan la nota de color a la solemnidad impuesta por los casales del centro histórico. No son pocos los edificios emblemáticos de este estilo que se pueden encontrar en la ciudad.






La Palma artística


Palma no sólo es edificios e historia. Su vertiente artística va más allá de los edificios: Es Baluart, la Fundación Pilar y Joan Miró y Ses Voltes son visitas más que interesantes por los amantes del arte.


Museu Es Baluard

Con vistas espectaculares a la bahía de Palma el museo de arte moderno y contemporáneo ocupa la antigua fortaleza del Baluart de Sant Pere, del s.XVI. Después de destinarse a un uso militar, este edificio histórico estuvo 40 años abandonado hasta convertirse en museo. Tiene una colección con artistas de la talla de Miró, Picasso, Sorolla, Mir, Gelabert, Rusiñol, Jaume Plensa, Marina Abramovich... ¡En fin, un patrimonio que se tiene que visitar sí o sí si te gusta minimamente el arte!






Fundación Pilar y Joan Miró

La sede de la Fundación y donde se encuentra la colección de obras de Miró es un edificio diseñado por Moneo, una maravilla para la vista que hace que la visita sea mucho más placentera. De color blanco, con líneas sobrias y con material de alabastro que hace que muchas de las paredes sean translúcidas. Un continente a la altura de su contenido. La colección consta de pintura, dibujo, escultura y obra gráfica. En total, el fondo está compuesto por 118 pinturas sobre tela, 275 obras realizadas con técnicas diversas sobre diferentes tipos de apoyo, 1.512 dibujos y 35 esculturas, así como obra gráfica.

Pero lo que más nos gustó fue la visita al taller del artista, donde trabajó desde que se estableció en Mallorca. En este espacio tan personal se puede captar la atmósfera de creación que tenía Miró. Está todo tal y como lo dejó, incluso da la sensación que el genio sólo haya salido un momento de su taller y que volverá enseguida.





Ses Voltes

A los pies de la catedral encontramos Ses Voltes, un espacio de arte y creación de arte contemporáneo. El centro apoya a los artistas en todos los procesos de la obra antes de entrar en el circuito de museos, galerías de arte, festivales o teatros. También hacen cursos y talleres de arte, una iniciativa muy loable y alentadora que hace de este centro un nido de artistas y que permite al visitante ver in-situ el proceso de creación.





Especialmente interesante es el proyecto de regeneración urbana que se ha impulsado desde el centro. Una visión nada típica ni convencional de Palma que varios artistas han ido creando durante los últimos años a través de street art.





Meternos por estos callejones nos ha hecho ver una ciudad más desconocida, más de ir por casa y suponemos que más auténtica. De hecho, nos vamos de Palma con la sensación de haber visto una ciudad diferente a la que conocíamos hace años, aquella que nos vendían sólo como destino de sol y playa y como viaje de fin de curso de nuestra época adolescente. Dicen que no hay nada como volver a un lugar donde has estado para disfrutarlo mucho más que la primera vez.

¡Nos despedimos de Palma, pero volveremos!


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