Las experiencias y anécdotas enriquecen los viajes. Buscadas o no, divertidas o no, pasan a formar parte de los recuerdos y no puedes evitar que se te dibuje una sonrisa cuando, pasado el tiempo, las explicas a amigos o familia. Hoy os explicaremos una de estas y es que en Salvador de Bahía vivimos una de las experiencias más extrañas y "místicas" que hemos tenido nunca.
Todo empezó cuando un buen día descansando sentados en las escaleras de una de las iglesias del Pelourinho una mujer se nos acercó y nos dio conversación. Sin saber cómo ni porqué al cabo de un rato estábamos teniendo una conversación teológica en catalano-portugués. Nos empezó a hablar del camdomblé, una religión afrobrasileña de la que habíamos leído un poco y que llegó al país con los esclavos africanos. Nos explicó cómo cada uno de los santos y vírgenes que habíamos visto a la iglesia que teníamos detrás nuestro en realidad para ellos eran la representación de un espíritu, dijéramos, profano. O sea, que cada santo cristiano tenía un equivalente a su religión y que si veíamos un afrobrasiler ante una imagen no tenía porque estar rezando al santo o santa que nosotros conocemos. Evidentemente esto nos estimuló la curiosidad...
Con mucha paciencia la señora nos fue respondiendo cada una de nuestras preguntas y nos introdujo también en los orígenes y culto de ésta (para nosotros) extraña religión. Nos explicó que en la época colonial los portugueses obligaban a todos los recién llegados a convertirse al catolicismo y como, en estas circunstancias, se originó el candomblé de forma clandestina. A mediados del siglo XIX el gobierno brasileño legalizó su práctica, a pesar de que sus fieles siempre han sido perseguidos por la iglesia y todavía a día de hoy sus celebraciones no están muy bien vistas por determinadas personas. No nos sorprende que todavía haya gente que lo vea con reticencias: por lo que entendimos en las ceremonias se invocan a los "orixàs" o espíritus que interceden entre los humanos y "Olorun" o "Oxala", el creador supremo. Cada orixà posee una personalidad y poderes propios y están relacionados con los elementos de la naturaleza, en las ceremonias es habitual que un orixà posea de forma temporal a alguno de los participantes.
No sabemos si para hacer negocio o bien porque realmente quería hacernos partíceps de su creencia, nos invitó a asistir a una de estas ceremonias a cambio de un pequeño "donativo". El acto se celebraba al atardecer en una de las favelas de la ciudad, pero según ella no nos teníamos que preocupar por la seguridad: iríamos acompañados por de una vecina de la zona que nos vendría a buscar. Como no podía ser de otra forma, aceptamos la invitación.
Al cabo de unas horas ya nos encontramos en una furgoneta de camino a la celebración del candomblé, vestidos totalmente de blanco tal y como nos había pedido la señora. No somos los únicos, nos acompañan otros turistas que hemos recogido en un par de hoteles (empezamos a pensar que esto es una turistada). Cuando entramos en la zona de las faveles el conductor apaga las luces de la furgoneta para pasar inadvertidos. Eso no nos hace mucha gracia.
Llegamos y entramos dentro de una casa grande de una sola planta. Tan solo entrar nos dividen por sexos: chicos a un lado y chicas al otro, y así será durante las dos horas que dura la ceremonia; nos hacen sentar en el suelo la mayor parte del tiempo.
Un tipo de "sacerdote" nos da la bienvenida y hace los honores en un tipo de altar que queda a una altura de unos dos metros y donde, en vez de velas, hay un gran bol y todo tipo de cosas inverosímiles: botellas de cerveza vacías, cuchillos, figuritas, etc. Unos bongos empiezan a sonar a un ritmo monótono pero incesante y los que estaban en la casa empiezan a bailar dando vueltas entorno al altar; gira que gira alrededor de aquel curioso altar, a la vez que el líder de la ceremonia empieza a fumar un puro y a beber cerveza..
Al cabo de un buen rato aparece otro señor con un bote que pasea por toda la sala y que desprende un humo con un olor muy característico: ¡es maría! (!!!). El humo invade toda la sala, el ritmo de la música va subiendo y las vueltas cada vez son más rápidas. Parece que la hierba ayuda a entrar en estado de trance y comunicarse con los espíritus. ¡Con este humo y con tanta vuelta no nos extraña !
El del puro se saca la camiseta y se empieza a dar golpes sobre su pecho desnudo y sudado como un poseso. Nosotros nos miramos el uno al otro, cada cual en una punta de la sala, sin entender de qué va la historia ni cómo acabará pero ya también un poco abducidos. No nos extraña que en muchas de estas ceremonias acaben muchos por el suelo... Ay, ay, ay, donde nos hemos metido...!
De repente, e interrumpiendo tan magnífica representación, entra la guía que nos ha acompañado en la casa con cara de preocupación y diciendo a todo el mundo que tenemos que marchar ya mismo. Son las 10 de la noche y es la hora en que la policía marcha del barrio, al parecer a partir de esta hora es peligroso que continuemos allí. Los invitados abandonamos nuestros lugares y nos encaminamos hacia la puerta pero antes de poder atravesarla nos barran el paso un grupo de mujeres que nos dicen que no podemos marchar sin coger la ofrenda que nos tiene que dar el hombre que ha presidido la ceremonia.
Nuestra guía acepta y ya nos ves a deshaciendo las nuestros pasos y haciendo cola ante el altar. El maestro de ceremonias, que parece que ya está más tranquilo, sube a una escalera y baja el bol alrededor del cual durante un par de horas toda aquella gente había estado dando vueltas. Uno a uno pasamos por delante suyo y nos da una cantidad de su contenido. Gran sorpresa nuestra cuando es nuestro turno y vemos de lo que se trata: ¡¡¡son PALOMITAS!!! (¿¿¿???).
No entendemos nada de nada, pero todavía menos cuando, una vez en nuestras manos y dispuestos a comerlas, el maestro nos dice que nos las tenemos que echar por encima de la cabeza para purificarnos (¿¿¿???). A pesar de que después supimos que aquello era un hecho común y que realmente la cosa iba así, no hace falta que os digamos que en aquel momento nos sentimos como si fuéramos las víctimas de una cámara oculta o algo por el estilo. Marchamos con sensaciones contradictorias: ¿realidad o teatralitzación?
Os dejamos con un vídeo que hemos encontrado en internet para que os hagáis una idea más aproximada de lo que vivimos. La próxima entrada será ya desde las playas de Praia do Forte, uno de los paraísos naturales de Brasil. ¡Hasta pronto!
De Brasil hemos publicado:
- Río de Janeiro: una ciudad fascinante en plena transformación...¡y muy cara!
- Bonito, aguas transparentes en el Brasil profundo
- Paraty: playas de ensueño, pero...¿Dónde está el sol?
- Salvador de Bahía, cultura afro-brasileña en estado puro
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