lunes, 20 de mayo de 2013

Paraty, playas de ensueño, pero...¿Dónde está el sol?


De Foz don Iguaçú a Río de Janeiro hay bastantes vuelos, así que, después de pasarnos 4 días maravillándonos con las cascadas, cogemos un avión hacia Río y, de allí, un pequeño bus que en unas 5 horas nos deja en Paraty. Esta localidad marítima, ubicada a unos 250 km en el sur de Río, tuvo su momento de esplendor en el siglo XVII, cuando su puerto trasladaba grandes cantidades de oro y otros minerales provenientes de Minas Gerais, a través de un camino sinuoso que atraviesa montañas y bosques exuberantes. La prosperidad se acabó el 1720, cuando se inauguró una carretera que conectaba, en bastante menos tiempo, las minas interiores con Río. A partir de aquel momento, Paraty quedó totalmente eclipsada por la ciudad cairota.




El caso es que gracias a este declive la localidad ha conservado, casi intactas, las edificaciones de la época. Pasear por sus calles adoquinadas (a las chicas que nos estáis leyendo os aconsejamos que, si alguna vez váis, ¡no os pongáis talones bajo ningún concepto!) contemplando los edificios de estilo colonial portugués es una auténtica delicia. A destacar las iglesias, con altares barrocos y pintadas de un blanco resplandeciente, las mansiones señoriales de la época, en la actualidad suyo de las pousades más caras y exclusivas del lugar, y las numerosas actividades culturales –certámenes literarios, concursos de fotografía, bailes típicos...- que se hacen casi todo el año. Paraty atrae un turismo sofisticado, cosa que, desgraciadamente, quiere decir que los precios son altos... Afortunadamente, hay pousades con precios razonables y, sobre todo, abundan los self service o comeakilo (te cobran a pes, y sale económico), donde hemos disfrutado de una oferta variada de comidas y nos hemos podido mezclar entre los autóctonos.






Lo mejor de Paraty son las excursiones por la zona. Hay muchas, y para casi todos los gustos: playas -grandes y pequeñas-, islas, montaña, ríos, destilerías, el camino por donde pasaba el oro, etc.- Nosotros optamos para ir en bus -opción más recomendable y mucho más económica que las excursiones organizadas- primero a la playa de Trindade, donde, además de disfrutar de la playa, disfrutamos de un ambiente muy hippy -el cannabis a chorros- y acogedor; después en la playa de Mirim, donde los árboles llegan a primera línea de mar; a continuación, nos adentramos un poco en el interior, recorriendo un pequeño tramo de la antigua ruta a Minas Gerais, desde donde podemos visitar destilerías donde se prepara la Cachaça (el ingrediente básico de la Caipirinha) y bañarnos en la cachoeira toboga, una cascada digna de postal de agencia de viajes. Pero la excursión que disfrutamos más, la que consideramos poco menos que obligatoria, es subir a una de las embarcaciones que te llevan a las isletas de la zona y te permiten bañarte varias veces, pasear un rato por alguna isla o, sencillamente, tumbarte al sol. ¿Qué más se puede pedir?








Un destino ideal para parejas que quieran pasar unos días de contacto con la naturaleza y con la cultura en un ambiente relajado. El problema -¿Porqué será que casi siempre hay uno “pero”, un inconveniente?- es que el tiempo no nos ha acompañado mucho. Y no es de extrañar: este verde tan intenso, esta vegetación tan exuberante, sólo son posibles si llueve bastante durante casi todo el año (no: aquí no tienen temporada seca; tienen temporada de lluvia... ¡y temporada de más lluvias!).

El caso es que, después de 20 días de viaje, llega el momento de volver. Y qué mejor que hacerlo contemplando el paisaje de la carretera a Río? Bosques, playas y pueblecitos se suceden en nuestras retinas, sirviéndonos de dulce despedida (o de tentador “hasta la vista”, quien sabe). Llegamos a Río y, como ya os hemos comentado, pasamos un día y medio antes de volver en Barcelona; es decir, a la cotidianidad, la crisis, los recortes, el estrés del trabajo... pero también al regusto del reencuentro con tu tierra y con tus amigos y parientes.



De Brasil hemos publicado:
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Lluís es un bibliotecario de los de la “vieja escuela”, es decir, lector sin remedio que se declara rotundamente incapaz de ir a ninguna parte sin un libro en la mano. A Maria José le encanta viajar , ya sean destinos cercanos o lejanos, ya se trate de ciudades o de naturaleza, a pesar de que tiene una especial predilección por aquellos lugares que quizás no tienen grandes monumentos, pero sí autenticidad y encanto. Maria José y Lluís han realizado finalmente uno de sus viajes más deseados: Brasil. Son nuestros invitados del mes de mayo y temporalmente les hemos cedido el blog para que nos expliquen su viaje. -- Enric y Celia

 
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