Viajar al sur de Etiopía es hacer un viaje en el tiempo para ir a ver lo que, hoy en día, éramos hace miles de años. Un viaje que te permite conocer y vivir un fragmento de África que todavía existe pero que está desapareciendo muy rápidamente.
Acompañados por Galdric y Meri, amigos y compañeros de fatigas con quienes nos hemos ido haciendo viajeros, nuestra ruta por el sur del país fue: Addis Abeba - Jimma - Mizan Teferri - Kibish - Arbaminch - Turmi - Jimma - Yabello - Awassa - Awash - Addis Ababa. Tres días en un 4x4 fueron necesarios para lllegar a nuestro primer destino: el valle del Omo. Allí viven los surma (también llamados suri), una de las tribus más aïsladas de África.
No es un viaje cómodo: la carretera asfaltada se pierde a tan sólo 60 km de la capital para dejar paso a una pista de tierra que atraviesa el sudeste del país y que en el último día de ruta deja de existir para pasar directamente al campo a través. Baches, saltos repentinos, polvo, calor... Encontrar un alojamiento básico por el camino con ducha de agua fría es un lujo. La injera, el plato nacional del país, se convierte prácticamente siempre en la única opción a la hora de comer. Una vez llegados a la zona surma evidentemente ya no hay ninguna infrastructura.
Más de una vez pensamos que nuestro coche nos dejaría tirados por el camino. Ya el primer día descubrimos que nuestro vehículo era especial: ¡se tenía que aparcar siempre en bajada porque sino no arrancaba y tocaba empujar! Poco a poco le fuimos descubriendo otros pequeños "detalles": la manecilla para bajar el vidrio de una ventana y el cuentakilómetros no funcionaban, y si se sacaba la llave del coche en marcha, ¡éste continuaba en marcha! Pinchamos una rueda y varias veces nuestro conductor hizo inventos con algún alambre para arreglar cosas del motor... En fin, que ir en coche por África es una aventura constante para el occidental (auqnue para ellos es del todo normal). ¡Y si te pasa cualquier cosa, todo el mundo te viene a ayudar enseguida!
Cruzábamos campo a través de la sabana cuando, sin esperarlo, se nos cruzó por ante el coche una figura desnuda y esbelta a toda velocidad... Por fin habíamos llegado a territorio surma. Poco después nos encontrábamos con un grupo y bajamos del coche. La primera sensación fue una mezcla de incredulidad, de excitación y de temor a aquello desconocido. Unos y otros nos mirábamos atónitos a la vez que tímidamente. En aquel momento todavía no éramos conscientes de la magnitud de la aventura que apenas acababa de empezar..
Llegados al poblado, el jefe, "Arbore", viene a recibirnos y como buen anfitrión nos explica cómo funcionan las cosas allí: para cualquier cosa que queramos hacer se lo tenemos que decir a él y, si le parece correcto, nos lo consigue (es el rey del mambo). Nos explica que aquí también necesitaremos una persona que vigile el campamento por seguridad y a continuación llega un hombre con un kalashnikov dispuesto a hacernos de vigilante por la noche. Nos sorprende, pero accedemos, no sea que... Nos instalamos en una tienda de campaña muy cerca del poblado, donde hemos montado una cocinilla que utilizaremos los próximos días. A partir de ahora nos tendremos que adaptar a la vida surma: dormir en el suelo, cocina básica y prescindir durante unos días de una ducha. ¡Que le vamos a hacer!
Durante los tres días siguientes nos acompañan Arbore y Bartu (nuestro traductor) que nos van mostrando y explicando el día a día del poblado. Escenas que parecen extraídas de otro mundo y a las que asistimos perplejos.
Los surma son auténticos maestros en la práctica del tatuaje, las escarificaciones en las mujeres son símbolo de belleza y en los hombres indican el número de enemigos o animales peligrosos a los que han dado muerte. Así que cuando veíamos un hombre con muchas marcas al cuerpo no podíamos dejar de pensar que es todo un guerrero. También tenemos la oportunidad de ver como hacen un tatuaje a una mujer surma en el brazo.
La pintura corporal es otro de los rasgos distintivos de los surma: dibujos abstractos, similares a auténticas obras de arte, adquieren vida sobre sus cuerpos. Es admirable la gracia con la que se puede pintar la figura humana y la elegancia con la que es posible exhibirla.
Muchas mujeres surma lucen unos platos labiales tan grandes que parecen querer estropear sus bocas entreabiertas. Cuanto mayor sea su disco, más suculenta será la dote matrimonial que tendrá que pagar la familia del novio en el momento de casarse. ¡Imagináos que dote debían de tener las mujeres de las fotos!
Otro rasgo característico de la cultura surma es que de vez en cuando complementan su dieta con sangre de vaca. El alimento de la sangre es un buen ejemplo de la relación que los surma mantienen con la naturaleza, Después de practicar una incisión en el cuello de la vaca con una flecha, la sangre empieza a brotar. Posteriormente, todos beben. Dicen que la sangre es muy rica en proteínas y aunque nos ofrecieron, esta vez no fuimos capaces de probarla.
Poder convivir con los surma, aunque sólo haya sido por unos días, ha sido una de las experiencias más impactantes que hemos vivido jamás. Pero si hay un aspecto que nos impresionó fue presenciar una de las ceremonias más importantes en la vida de los adoslescentes surma: el donga. Os lo explicaremos en la próxima entrada...
De Etiopía también hemos escrito:
- El valle del Omo, memorias de un viaje a Etiopía
- Etiopía, las tribus del sur
- Rostros de Etiopía
- El donga, la lucha, el coraje y el honor de los surma
- El donga en acción
- Las tribus del sur de Etiopía, una diversidad única;
- Etnias de Etiopía: los hamer, la tribu que encendió el primer fuego;
- Etnias de Etiopía: los dorze y las casas de elefante
- Los cocodrilos del lago Chamo y la tribu de los borana;
- Etnias de Etiopía: los arbore, un pueblo de pastores