En el sur de Etiopía además de tribus, también hay animales. Y tampoco todo son zonas áridas, resiguiendo el Gran Valle del Rift el viajero puede encontrar varios lagos ideales para hacer una parada, descansar y observar su fauna.
Después de visitar los dorze fuimos al lago Chamo, uno de los lugares del país donde hay mayor diversidad de fauna. Por la noche, centenares de hipopótamos emergen de sus aguas para ir a sus riberas cubiertas de hierba. También es el refugio de miles de cocodrilos del Nilo, ¡los cuales pueden llegar a medir más de siete metros!
Alquilamos una barquita de motor para dar una vuelta por el lago. Allí donde nos llegaba la vista podíamos ver todo tipo de animales: ¡hipopótamos, pelícanos, cormorans, cigüeñas, ibis y los famosos cocodrilos más grandes de África! Curiosamente, mientras nosotros pensábamos que este último era el animal más peligroso pero resulta que no, que ese es el hipopótamo: por lo que se ve es un animal mucho más territorial que el cocodrilo y ataca con más violencia cuando se siente amenazado. Nosotros no nos acercamos mucho, no fuera caso que se enfadaran...
La traca final la tuvimos cuando fuimos hasta "The cocodrile market" (el mercado de cocodrilos). El chico que conducía la barca nos insistió mucho para ir pero incialmente nos resistimos: lo primero que nos vino a la cabeza es que nos quería llevar a un mercado con puestos de objetos de todo tipo hechos con la piel de este animal, y para ser honestos, creemos que el chico nos quería traer a alguna tienda donde le ofrecieran comisión. Suerte que nos explicó mejor y nos convenció. Este mercado no es de los tradicionales, simplemente le llaman así porque es el punto del lago donde se puede encontrar más concentración de estos reptiles. ¡Bestial! -nunca mejor dicho-. ¡Habían un montón y los pudimos ver de muy cerca!
El lago Chamo no fue el único que vimos. Junto a este, y sólo separado por una pequeña parcela de tierra de entre tres y ocho kilómetros, hay el lago Abaya que contrasta y destaca respecto a su vecino por su vivo color cobrizo. Más al norte paramos también en el lago Awassa, con una ciudad a su orilla del mismo nombre: por la mañana vale la pena ir a su mercado de pescado donde los pescadores subastan sus capturas y por la noche a sus pequeños restaurantes donde la telapia a la brasa -el pescado más común de la zona- es el plato por antonomasia. Pero fue en el sur, a tocar con la frontera keniana, donde visitamos el lago en el lugar más curioso: en el cráter del Chew Bet o la “casa de sal", ¡en el fondo del cráter extinguido de un volcán!
Esta es la tierra de los borana, una etnia dedicada básicamente a la ganadería. En este estanque extraen la sal que se aloja en el fondo, siempre de una manera manual: entran en el agua con un simple bañador y con un palo muy largo remueven el fondo para ablandar el tierra, se zambullen y contenienen la respiración buceando para coger toda la sal que pueden acumular entre sus brazos. Saco a saco van acumulando su botín que luego transportan hacia arriba del cráter a lomos de unos burros. Las jornadas de trabajo van de sol a sol en unas condiciones, no hay que decirlo, infrahumanas. Es impresionante ver la dedicación y el esfuerzo que supone subir y bajar varias veces al día con el cargamento. Pero la sal, para los borana, es su bien más preciado y no escatiman esfuerzos para cogerla. Es útil tanto para la ganadería como para el consumo humano y también la moneda de intercambio con otros pueblos vecinos.
El lago Chamo y el "mercado" de cocodrilos
Después de visitar los dorze fuimos al lago Chamo, uno de los lugares del país donde hay mayor diversidad de fauna. Por la noche, centenares de hipopótamos emergen de sus aguas para ir a sus riberas cubiertas de hierba. También es el refugio de miles de cocodrilos del Nilo, ¡los cuales pueden llegar a medir más de siete metros!
Alquilamos una barquita de motor para dar una vuelta por el lago. Allí donde nos llegaba la vista podíamos ver todo tipo de animales: ¡hipopótamos, pelícanos, cormorans, cigüeñas, ibis y los famosos cocodrilos más grandes de África! Curiosamente, mientras nosotros pensábamos que este último era el animal más peligroso pero resulta que no, que ese es el hipopótamo: por lo que se ve es un animal mucho más territorial que el cocodrilo y ataca con más violencia cuando se siente amenazado. Nosotros no nos acercamos mucho, no fuera caso que se enfadaran...
La traca final la tuvimos cuando fuimos hasta "The cocodrile market" (el mercado de cocodrilos). El chico que conducía la barca nos insistió mucho para ir pero incialmente nos resistimos: lo primero que nos vino a la cabeza es que nos quería llevar a un mercado con puestos de objetos de todo tipo hechos con la piel de este animal, y para ser honestos, creemos que el chico nos quería traer a alguna tienda donde le ofrecieran comisión. Suerte que nos explicó mejor y nos convenció. Este mercado no es de los tradicionales, simplemente le llaman así porque es el punto del lago donde se puede encontrar más concentración de estos reptiles. ¡Bestial! -nunca mejor dicho-. ¡Habían un montón y los pudimos ver de muy cerca!
Los borana y el cráter del volcán Chew Bet
El lago Chamo no fue el único que vimos. Junto a este, y sólo separado por una pequeña parcela de tierra de entre tres y ocho kilómetros, hay el lago Abaya que contrasta y destaca respecto a su vecino por su vivo color cobrizo. Más al norte paramos también en el lago Awassa, con una ciudad a su orilla del mismo nombre: por la mañana vale la pena ir a su mercado de pescado donde los pescadores subastan sus capturas y por la noche a sus pequeños restaurantes donde la telapia a la brasa -el pescado más común de la zona- es el plato por antonomasia. Pero fue en el sur, a tocar con la frontera keniana, donde visitamos el lago en el lugar más curioso: en el cráter del Chew Bet o la “casa de sal", ¡en el fondo del cráter extinguido de un volcán!
Esta es la tierra de los borana, una etnia dedicada básicamente a la ganadería. En este estanque extraen la sal que se aloja en el fondo, siempre de una manera manual: entran en el agua con un simple bañador y con un palo muy largo remueven el fondo para ablandar el tierra, se zambullen y contenienen la respiración buceando para coger toda la sal que pueden acumular entre sus brazos. Saco a saco van acumulando su botín que luego transportan hacia arriba del cráter a lomos de unos burros. Las jornadas de trabajo van de sol a sol en unas condiciones, no hay que decirlo, infrahumanas. Es impresionante ver la dedicación y el esfuerzo que supone subir y bajar varias veces al día con el cargamento. Pero la sal, para los borana, es su bien más preciado y no escatiman esfuerzos para cogerla. Es útil tanto para la ganadería como para el consumo humano y también la moneda de intercambio con otros pueblos vecinos.
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Increíble ver como trabajan estos hombres, ¿verdad?
De Etiopía también hemos escrito:
- El valle del Omo, memorias de un viaje a Etiopía
- Etiopía, las tribus del sur
- Rostros de Etiopía
- Etnias de Etiopía: los surma, un pueblo guerrero
- El donga: la lucha, el coraje y el honor de los surma
- El donga en acción
- Las tribus del sur de Etiopía, una diversidad única
- Etnias de Etiopía: los hamer, la tribu que encendió el primer fuego
- Etnias de Etiopía: los dorze y las casas de elefante
- Etnias de Etiopía: los arbore, un pueblo de pastores
- Etnias de Etiopía: los dassanech