“El lago más maravilloso del mundo”
Así definió el Lago Atitlán el escritor Aldous Huxley y seguramente muchos de los que llegan hasta aquí se llevaran esta sensación. Este lugar es idílico y digno de las postales más bonitas de Centro América. Alrededor del lago unos cerros con pequeños pueblecitos salpican el paisaje, por encima se levantan imponentes los volcanes, impregnando la zona de una gran belleza. Cada lugar de este lago es único y especial, no nos extraña que muchos extranjeros hayan seguido los pasos de Huxley y se hayan quedado a vivir.
El paisaje actual del lago se empezó a formar hace unos 85.000 años, en la gran erupción conocida como "Chocoyos", en la cual la ceniza llegó hasta Panamá y los EEUU. La gran cantidad de magma que se llegó a acumular hizo que la superficie se hundiera, formando un gran agujero que se fue llenando de agua hasta convertirse en lago. Más tarde −unos miles de años, por cierto− emergieron de este lugar varios volcanes que hoy en día conocemos con el nombre de volcán San Pedro, Atitlán y Tolimán, todos ellos de más de 3000 metros por encima del nivel del mar. Una historia muy científica y poco imaginativa para un lugar de leyenda.
Huyendo de Panajachel, donde se concentra la mayor oferta turística, hemos ido a buscar la tranquilidad a San Marcos la Laguna y allí hemos establecido nuestra base de operaciones. Por las mañanas nos hemos dedicado a saltar de pueblo en pueblo. Las tardes nos las hemos tomado más relajadamente, a veces voluntariamente y otras de forma más obligada cuando la lluvia ha hecho acto de presencia.
Cada pueblo es diferente, cada uno con sus particularidades. No es por su arquitectura que éstos son interesantes, de hecho no son nada del otro mundo en este sentido. Es la gente y su cultura lo que los hace interesantes: se hablan diferentes lenguas y los vestidos típicos −que aquí no se sacan sólo para las fiestas, sino que se llevan cada día−, diferencian los habitantes de un pueblo y otro. A los colores y detalles de los vestidos de las mujeres ya nos hemos acostumbrado después de unos días viajando por Guatemala. Nos sorprenden pero los pantalones cortos de los hombres de algunos de los pueblos que, junto con sus sombreros, los hace peculiares a nuestra mirada.
Durante estos días hemos conocido a Pedro, el heladero ambulante de San Juan, un señor elegante como pocos. Micaela, que sentada en el portal de su casa enseñaba a su hija Dolores el calendario maya y que, muy amablemente, nos añadió a la clase. Francisco, que emigró a Estados Unidos buscando una mejor vida y que acabó de ilegal y encarcelado por unos meses, antes de poder volver a su país. O Ana, una tejedora que nos explicó lo poco que le pagan por sus bordados y que después los tenderos venden a precios abusivos para los turistas. Historias humanas que nos han cautivado y nos han ayudado a conocer algo más la vida en el lago, más allá de los fantásticos paisajes.
Ana Micaela y su hija Dolores
Pedro y su carrito de helados
Curiosamente la mayoría de pueblos del lago adoptan nombres bíblicos: Santa Caterina, San Antonio, San Lucas, Santiago, San Pedro, San Juan, San Pablo, San Marcos… tenemos la sensación de hacer un repaso al santoral en un buen lugar donde, justamente, el cristianismo convive con otras creencias menos convencionales. San Marcos Laguna es lugar de concentración de seguidores de la Nueva Era y Santiago Atitlán es el hogar de Maximon, una deidad propia de las tierras altas de Guatemala que supuestamente es una mezcla de dioses mayas, San Simón y Pedro de Alvarado (sí, sí, habéis leído bien: Pedro de Alvarado, el conquistador español de Guatemala). Conocer de su existencia nos ha hecho picar la curiosidad y no hemos podido evitar ir a conocer algo más sobre él.
Si su origen ya sorprende, ver el lugar donde lo veneran todavía más. Su residencia no es estable, va pasando de casa en casa entre los vecinos de Santiago de año en año, o sea que primero nos toca preguntar. Una vez localizado, y pagado el pertinente “donativo”, entramos a su “capilla”. La representación en sí es una figura de madera fumando un puro y vestida con vistosos pañuelos de seda. Alrededor suyo estampitas de Jesucristo, otros santos cristianos y las ofrendas, poco convencionales: tabaco y botellas de aguardiente. Todo ello iluminado con lucecitas de colores parpadeantes... Curioso, nosotros no podemos evitar recordar su similitud con el candomblé brasileño.
No sabemos si el Lago Atitlán será el lago más maravilloso del mundo -a nosotros el lago Titicaca y los lagos del sur de Bolivia nos robaron el corazón-, pero sin ningún tipo de duda es un lugar que vale mucho la pena. Paisaje idílico y pueblecitos, cada uno con su singularidad. También es aquí, más que en Antigua, donde empezamos a ver escenas de la vida cotidiana indígena de los descendientes de los mayas.
Información útil
Como llegar: Panajachel es la puerta de entrada al lago y tiene conexión directa en transporte público con Antigua (3h), Guatemala City (4h) y Chichicastenango (1,5h). El pueblo en sí no tiene mucho encanto, pero es el centro neurálgico por donde pasa todo turista o visitante que quiere ver el lago Atitlán y los pueblos de la zona. Para visitar los pueblos del lago la mejor opción son los pequeños barcos que bordean el lateral occidental del lago haciendo parada en varias poblaciones o bien las camionetas para visitar los pueblos del lateral oriental.
Alojamiento: Nosotros hemos optado por alojarnos en el pueblecito de San Marcos, en la posada del mismo nombre. Hemos acertado tanto en el pueblo –tranquilo y con las mejores vistas al lago- como en lugar. 125 quetzales la habitación doble con baño con desayuno incluído. Tiene encanto y buen ambiente, a pesar de que el restaurante es caro para lo que son los precios del país. Recomendable.
Comer: En todos los pueblos hay pequeños restaurantes locales en los que se puede comer bien y barato (entre 16 y 20 quetzales por plato de carne o pescado acompañado habitualmente de arroz, ensalada, tortitas y bebida).
De viajero a viajero: Si queréis hacer compras de souvenirs, los pueblos más baratos son Santiago y Santa Caterina con diferencia. Alerta con los horarios de las barcas, no son del todo fiables a pesar de que son regulares. Los precios de los trayectos son fijos y van de los 15 a los 25 quetzales dependiendo de si éste es más largo o corto, no os dejéis embaucar si os piden más.
De este viaje (Guatemala, México, Belice y Honduras) también hemos escrito:
- ¡Nos vamos a Guatemala!
- Antigua, arquitectura colonial rodeada de volcanes (Guatemala)
- El volcán Pacay (Guatemala)
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- Palenque, la ciudad maya en medio de la selva (México)
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